Yannis Ritsos – «Sueño de un mediodía de verano»
(Acantilado, 2023) – 64 páginas
Traducción de Selma Ancira
«Nos hacemos a un lado, poeta, para que pases». La frase la escribió en 1938 Kostís Palamás, poeta y por aquel el entonces patriarca de la Letras griegas, deslumbrado por los versos del poemario La canción de mi hermana, firmado por un joven poeta llamado Yannis Ritsos. Y el joven poeta pasó y llegó a ser el creador literario más prolífico del siglo XX en lengua neogriega. Yannis Ritsos (1909-1990) es uno de los cuatro grandes poetas griegos del siglo pasado. Los otros tres son —ahí es nada— Constantino Cavafis, Yorgos Seferis y Odysseas Elytis.
Hace unos días me asomé a las páginas de Sueño de un mediodía de verano, una obra de Ritsos en prosa poética recientemente editada en castellano por Acantilado. Se trata de un libro —un librito— de sesenta y cuatro páginas de cuya traducción del griego moderno se ha ocupado Selma Ancira. A pesar de haber leído buena parte de la poesía más conocida de Ritsos (Epitafio, Romiosyne (o Greciedad), Dieciocho cantares de la patria amarga, Sonata del claro de luna, De papel…), reconozco que ignoraba la existencia de esta pequeña, que no menor, obra del poeta de Monemvasiá. Confieso, además, que la lectura de este libro con título de ecos shakespearianos ha sido para mí una experiencia sorprendente y extremadamente grata.
Si ustedes se dan a la lectura de este libro sin conocer absolutamente nada acerca de su autor, es posible que tengan la sensación de estar ante una creación de literatura infantil, pues es una voz en la primera persona del plural la que, en un lenguaje claro y sencillo, conduce el relato y hace constantes referencias a los adultos, los padres, los abuelos, el maestro o el colegio: «El enjuto maestro que usa gafas para la nieve y chaqueta para las ortigas nos volverá a reñir porque aún no se ha enterado de que la luz ha florecido en los patios gracias tan sólo a nuestros ojos».
Pero lo cierto es que Ritsos abordó la escritura de este poema como un ejercicio de salvación cuando, todavía joven, atravesaba uno de los momentos más aciagos de su vida. El poeta peloponesio escribió el Sueño de un mediodía de verano en 1938. En aquel momento estaba enfermo, ingresado en el sanatorio de Párniza. Había perdido a su hermano y a su madre a causa de la tuberculosis y vivía con la angustia de tener a su padre y a su hermana ingresados en un hospital psiquiátrico. Él mismo fue diagnosticado de tuberculosis en 1927 e internado en el Hospital Sotiría. Allí, su enfermedad se convirtió en la ocasión para entrar en contacto con intelectuales marxistas y moldear su conciencia ideológica. Tras abandonar el hospital, sufrió varias recaídas. Desde octubre de 1937 hasta abril de 1938 vivió en el ya mencionado sanatorio de Párniza. Ritsos encontró en la escritura de este Sueño… una manera de transformar sus experiencias traumáticas en nuevas formas de vida, de buscar y descubrir lo positivo que contiene toda experiencia negativa para urdir con ello un canto a la belleza de la naturaleza, a la inocencia y la fantasía desbordada de la infancia, a la pujanza de la juventud. Él mismo afirmó que «las experiencias personales son las que despiertan nuestras facultades y desarrollan nuestra sensibilidad. La finalidad del arte, lo queramos o no, es transmutar, transformar en positivos los elementos negativos de la vida».
Y de aquellas trágicas experiencias, pasadas por el tamiz del esfuerzo esperanzador y transformador, surgió un poema enorme, de una plasticidad abrumadora. Ritsos vierte sin pausa sobre sus páginas un torrente de lirismo, de fuerte influencia surrealista, repleto de imágenes intrépidas y brillantes, de personificaciones y alegorías que el lector, entusiasmado, ni siquiera se plantea poner en duda: «Mañana enviaremos a los almendros a dar una vuelta a las orillas del mar para que enjuaguen de sus rostros el polvo de nuestra tristeza».
Son, ya lo dije, algo más de sesenta páginas que pueden leerse de una sentada; pero les aseguro que, tras la lectura, no cerrarán el libro y lo dejarán reposar en un estante por siempre jamás. Apuesto a que volverán a abrirlo más pronto que tarde, tal vez cuando tengan un mal día o cuando, simplemente, les apetezca llenar cualquier momento con un poco de belleza.
Preciosa reseña que invita a sumergirse de lleno en la lectura de esta obra menos conocida de Ritsos. La traducción de Selma Ancira es, además, una sólida garantía.