LOS HILOS DE LA INFAMIA
Medido, preciso, trabado como un tapiz y articulado como una una sonata para pianoforte, el nuevo poemario del profesor e investigador Gerardo Rodríguez Salas desafía los lugares comunes, aquellos en que la opinión pública y publicada insiste, incapaz, no obstante, de revelar el envés de tanto dolor amartillado y silenciado que nos rodea. Rodríguez Salas remonta el curso del presente hasta el espejo dúctil del mito, esa Aracne convertida en araña por Atenea por haber impugnado el relato institucional del Olimpo y las costumbres de los dioses. Desde un rincón, desde el punto ciego de la bóveda, el poeta devana los hilos sutiles de los efectos y las causas de tanta violencia, en especial de la ejercida contra la mujer por el simple hecho de serlo. Siete poemas numerados en orden ascendente preludian el denso corazón del poemario, cuyas tres partes centrales, Capulina, Nephila y Viuda Negra, llevan el nombre de tres auténticas femmes fatales del mundo arácnido. Nada de hueca exaltación. Estas arañas que nos hablan son superdotadas compositoras para teclado, más neoclásicas que románticas, más ilustradas que arrebatadas, más clarividentes que la mayoría de las torpes voces, a menudo a sueldo, que pretenden explicarnos los hechos. Como una de aquellas tarantelas de las que se decía en el s. XVIII que tenían el poder de conjurar la mordedura venenosa de la araña y en cuyos hilos de música se veían enredados viejas y mozos, Rodríguez Salas cierra el poemario con otros siete poemas, esta vez numerados en orden descendente, no sin antes recordarnos que detrás del tapiz refulgente o cariacontecido de lo que vemos, hay un orden que ciertos poetas sienten el deber de indagar, aun a riesgo de verse convertidos en arañas.
Se hunde la ciudad de los espejos,
sumergido en el agua su zapato,
que nunca bailará los bruñidos acordes
de Paganini, ni el cantar silente
de San Mauricio, ni la aguda nota
del fénix que alzó el vuelo.
Se pierde algún poeta en la distancia,
contagiado de luz, arrullado por góndolas
de esmalte negro, que atraviesan
entre vaivenes la laguna
buscando el Paraíso.
Recorro los canales anegados
con arañas de luces extinguidas
y suspiros de Byron, Dickens y Casanova.
Mi padre te cruzó a otro lugar
donde el viento no sopla, ni cala la tormenta,
donde yace la mano sobre el pecho,
aunque no haya corazón.
Búscalo, pues palpita en el armario
de la historia, si bien nuestra lujuria
no te devolverá tus pulsaciones
y romperá el jarrón y sus cristales
perforarán el órgano marchito,
que tragaré de nuevo mientras sueña
la ciudad que zozobra, por siempre, bajo el agua.
Ficha técnica
Los hilos de la infamia
Gerardo Rodríguez Salas
Ed. Valparaíso, 2024.
HASTA DÓNDE EL DAÑO
Hay una poesía grandilocuente, expansiva, de larga voz declamatoria la cual, en los mejores casos, parece cincelada en mármol, y en los peores, troquelada en cartón o moldeada en yeso. La poesía de las buenas intenciones, de púlpito y sermón, de ojos en blanco y comunión dominical. Pero hay otra, minúscula, casi secreta, en sordina, como la que representa Fer Gutiérrez, que desde su anterior Todos los febreros cada dieciocho (La Garúa) ha ido congregando a su alrededor a una cada vez más nutrida comunidad de lectores y seguidores atentos a esa breve huella trazada sobre el papel por las palabras, pocas, elegidas con tiento y mimo, al borde casi del silencio, y que registran esos menudos acontecimientos que preceden al desgarro o lo ejemplifican una vez conjurado el relámpago. No obstante, Fer Gutiérrez no es en absoluto un poeta ensimismado o ajeno al comercio con lo humano. Hay mucha dignidad en el callar. Mucho oficio en sopesar cada palabra para que pueda sostener sobre sus hombros diminutos todo el peso del mundo. Árboles, pájaros, frutos pueblan de vez en cuando el imaginario de sus poemas, como recordándonos aquellos cuadernos de la infancia en que con mano torpe reseguíamos palabras esenciales como casa, padre, madre, luna, cielo.
Mientras algunos se afanan en escrutar las leyes precisas del universo, celebramos que otros como Fer Gutiérrez lo hagan en rescatar la señal fugaz -corteza herida- de lo que aún es pero que ya no está.
Llora el recién nacido
cicatriz primera
que por primera vez
es lenguaje
lenguaje
desde ya
estigma
He mendigado pájaros
para no desprenderme del todo
de la niñez que canta
árboles en flor a orillas del hombre
pájaros
para interrumpir lo agrio de una voz
que cada día se repite
tras la obediencia de su armadura
Ficha técnica
Hasta dónde el daño
Fer Gutiérrez
Prólogo de Laura Giordani
Ril editores, 2024
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