Blanca Varela
A media voz
la lentitud es belleza
copio estas líneas ajenas
respiro
acepto la luz
bajo el aire ralo de noviembre
bajo la hierba
sin color
bajo el cielo cascado
y gris
acepto el duelo y la fiesta
no he llegado
no llegaré jamás
en el centro de todo
esta el poema intacto
sol ineludible
noche sin volver la cabeza
merodeo su luz
su sombra animal
de palabras
husmeo su esplendor
su huella
sus restos
todo para decir
que alguna vez
estuve atenta
desarmada
sola casi
en la muerte
casi en el fuego
Magda Portal
César Vallejo
César Vallejo se nos fue muriendo
todos los días poco a poco
Se moría a pedazos
Primero se murió en Santiago
de Chuco luego en Trujillo
y después
se murió tras los barrotes
de una cárcel de aldea
La madre las hermanas
y aquella dulce Rita
de junco y capulí
y el padre hacedor de sus huesos
y nada más
todos fueron muriéndolo
y antes y siempre
la roja llaga del Perú
sangrándole
por todos los costados
No podía vivir así
Apurando sus hieles
se fue a París a España
Hambre de ser
de ver el Sol desde otros horizontes
los paisajes los hombres
sus ansias de vivir sus sueños
Hambre de pervivir
de vivir y sufrir
por quienes y por todos
Hambre de recrearse aupándose
sobre sí mismo
hambre de hombre integral
Nadie sabía mucho de Vallejo
apenas los amigos algunos
los poetas tal vez
que es otra forma de amistad
tal vez los enemigos
¿tenía acaso César enemigos?
pero él seguía con su muerte a pausas
a retazos
moría diariamente sin esperar el día
Cuando dejó el Perú
se fue tras de su muerte
Rosella di Paolo
Profesora de lengua y literatura —Ex
Sepan que estoy viviendo, nubes,
sepan que canto
Javier Sologuren
Nunca más pararme frente a la pizarra —ecce femina—
con un cucharón
para meter en los platos vacíos de sus cabezas
el engrudo homérico, la berenjena eglógica
el acento esdrújulo y miserable, ni más
tizas de colores, salsas de tomate,
para abrirles las bocas
ojalá el entendimiento.
Ya no la tarjeta en la tostadora horaria
saltando con su tardanza al rojo vivo
ni exámenes para probar cuánto resisten
mis nalgas en el pupitre y cuántas tildes
puede gotear un cárdeno Faber Castell 031.
Se acabó la clase, la ilusión de mango,
todos al recreo, yo al recreo (pero sin vuelta)
al recreo de desclavarme de la pizarra
y saltar por la escalera al fin resucitada.
Último día, las rejas se levantan,
y en este valle ameno
nubes, sepan que canto
sepan que canto, bestias.
Giovana Pollarolo
A veces ocurre
te despiertas a medianoche
enciendes la luz y la luz no se enciende
caminas a oscuras, adivinando.
O te quedas pensando
tratando de olvidar que tienes sed.
O frío
tanto, tanto frío
sabes que necesitas una frazada pero no te levantas
prefieres no levantarte
esperas que venga el sueño. Esperas, esperas.
El sueño tarda pero termina por llegar.
Y al día siguiente
sin saber por qué
aprietas el interruptor
y el foco se enciende
recuerdas el frío y ves una frazada, estaba a la mano
ahí, a un paso.
Puede ser que te preguntes
¿qué me habrá pasado?
o no te preguntes nada porque ya es de día;
dices: ya pasó la noche y no quiero pensar
pudo haber sido un sueño.
Y te lo echas a la espalda, como todos los sueños.
Roxana Crisólogo
El violinista ruso aquel
El violinista ruso aquel
trabajó todo el día
sin éxito la gitana vendió todo el día
todo el día una cartilla con números de la suerte
parecía emerger
de una enorme falda negra
Los ojos ocultan su perfil en el horizonte
de inmaculados mensajes vacíos
sacuden su cuero cabelludo
de pájaros gritones
sanguíneamente
recorren la ciudad
que un vocerío inanimado
de flores y estupor
ensancha
cada uno tiene un pastor
un campo o prado
un bosque o una jauría vigilante.
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