Sobria exaltación
He escuchado a Fermín Herrero decir que fue (la poesía de) Seamus Heaney lo que le hizo recapacitar sobre la dignidad de lo propio. Quiere decir, sobre la posibilidad de que lo propio sea materia de poema. Los versos anteriores a esa fulminación querían ser vanguardistas, ajenos al territorio soriano de su vida, a los puertos de montaña, a la cabalgata del cierzo.
Es una biografía posible. En todo caso, la que conocemos, y de la que proceden los poemarios que hasta ahora he podido leer.
Esta nota quería serlo sobre “Estancia de la plenitud”, pero un entusiasmo con maneras de avidez me las ha complicado. No quiero que los pasos de mi lectura suplanten al camino del autor, si existe el camino, si perdura el autor. Aunque haya comenzado por el último (“Estancia de la plenitud”, 2023) y terminado por uno muy anterior (“La gratitud”, 2014). +
No está mal empezar por la desembocadura y subir hacia el manantial. Porque la verdad están en uno, en otro, y en el transcurso.
A pesar de lo cual, y a pesar de estar iniciándome en su lectura, podría ser que lo que en “La gratitud” era en parte sobria exaltación, y en parte el trazado de una ascética personal, en “Estancia de la plenitud” es solo logro, fruto candeal.
“Iré probablemente del rencor al desánimo”, escribe Fermín Herrero en “La gratitud”. Verso extraño para un poemario de ese nombre.También es profecía afortunadamente incumplida en “Estancia de la plenitud”, a la luz de versos frecuentes, como este: “Es sentirse vivir, es un arder / que de tan lento llena, y es liviano.”
Quien quiera buscar a Herrero filiación entre los poetas, lo hará sin dificultad; los encontrará en particular entre los que caminaron parecidos pedregales. No solo Claudio Rodríguez. El aire de sentencia de Gamoneda reviste, a veces, lo leído. Es poesía castellana: por el terreno, por el idioma, y también por la lengua, que ha lamido la arcilla del lugar y a eso sabe.
Quien se proponga leer su poesía como algo semejante a un manual de meditación, lo conseguirá, también. ¿No podríamos haber leído en un prontuario budista o taoísta algo así: “Al pararme a pensar en el placer de este momento / lo sofoco”? No es de extrañar: entre quienes merodean los umbrales de la paz, hay algunos que versifican. La atención a lo interior, por seguir el precepto de San Juan de la Cruz, nos libra del exceso del yo, paradójicamente. Y “basta la atención sin adjetivos”, escribe en “Tempero” (2011). Lo cual no debería engañarnos: la neutralidad no es tanto una elección literaria como el sedimento de una vida. Para entrar en el angosto patio del instante, casi todo estorba.
“En el agradecer me quedo, sin cumplirse, sin desgarro, en el durar la luz se apaga, se pierde”. La paz es difícilmente narrable. Por eso estos poemas son el testimonio de la mirada, del hecho de mirar en la ablución del mundo.
“El que contempla / no debe ir más allá”.
FICHA TÉCNICA
Autor/s: Fermín Herrero
Año: 2023
ISBN: 978-84-19633-50-7
Nº de edición: 1ª ed.
Encuadernación: Rústica con solapas
Formato: 14×22 cm
Páginas: 78
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