Charles Baudelaire ha formado parte del imaginario de sucesivas generaciones de lectores desde la publicación -con sucesivos avatares y ampliaciones- de su fundacional Las flores del mal en 1847. Jano bifronte -por utilizar uno de aquellos símiles que tanto gustaban al poeta francés, más clásico en eso y en muchas cosas de lo que la leyenda de souvenir ha hecho creer-, con un pie en la jamba de la tradición y otro en el umbral de una modernidad que alcanza hasta nuestros días, cada generación ha necesitado acercarse, dialogar y debatir con él, y, en consecuencia, ha necesitado de su propia traducción.
Conversamos en Kopek con el autor de la última traducción de Las flores del mal aparecida en castellano (Ed. Vitruvio), el poeta y traductor Pedro Alcarria.
XRR-. Cuéntanos un poco la génesis del proyecto. ¿Cómo surgió la necesidad de traducir este libro? ¿Sientes que es en cierto modo una suerte de homenaje desde tu admiración como lector?
PA.-La posibilidad de traducir Las flores del mal, fue tomando forma gracias a mi relación de amistad y confianza con Pablo Méndez de Ediciones Vitruvio, de otro modo quizá no hubiera alentado esa ambición. Para explicarlo, debería mencionar en primer lugar el antecedente inmediato a este proyecto, que fue la publicación en 2022, también con Ediciones Vitruvio, de mi traducción de Las ciudades tentaculares, de Émile Verhaeren.
Y es que aunque he sido un lector voraz desde niño, y llevo cerca de 30 años escribiendo poesía, quizá no me hubiera acercado a la traducción, de forma plena, a no ser por el azar afortunado que me llevó a descubrir y traducir ese texto que permanecía inédito en español. La experiencia fue extraordinariamente positiva, y me llevó a reconocer en el acto de traducir, una suerte de lectura en profundidad y con ello la posibilidad de sumergirme de forma plena en la propia sustancia de cada uno de los poemas. Hablando de ello con Pablo, surgió de forma espontánea la idea de traducir Las flores del mal, un libro que él siempre había querido tener en catálogo y que, por otra parte, tenía un fuerte significado íntimo para ambos. Como dices, hay una intención de rendir homenaje desde el respeto y el amor hacia el original, por supuesto. Pero más importante aún, ha sido el goce de imbuirme completamente en el libro y proponer una lectura personal.
XRR-. ¿Qué dificultades previas hallaste a la hora de afrontar el texto? ¿Qué visión global, abarcadora del mismo tuviste, si es el caso, antes de ponerte a ello? ¿Cómo procediste a la hora de separar el lector intuitivo del traductor atento a los recursos técnicos de la lengua y el verso?
PA.- La principal de todas me parece obvia, y es que se trata de uno de los libros de poesía más veces traducidos a nuestro idioma. Así pues el desafío era dar con una nueva versión que pudiera aportar algo respecto a las ya existentes. Por ello de entrada me propuse ofrecer la edición más extensa y exhaustiva posible. Como bien sabes, las turbulentas circunstancias durante las que se conformó el libro tal y como ha llegado hasta nosotros
-una primera edición censurada en 1847, a la que le sigue una segunda edición expurgada pero ampliada con nuevos poemas, de 1861- hace que no exista un consenso único sobre cuál es la forma más apropiada de ordenar el libro y en qué orden disponer las distintas piezas que lo conforman. Nosotros hemos optado por ofrecer no sólo la edición de 1861 seguida de Los despojos (la colección que incluye los poemas censurados de la primera edición) , si no que hemos intentado recoger todos los poemas incluidos o proyectados para ese gran ciclo poético y vital que es Las flores del mal. Además añadimos los proyectos de prefacio que Baudelaire esbozó para diferentes ediciones, y un regalo final: una serie de epigramas satíricos Amoenitates Belgicae, incluidos en un proyecto de libro inacabado y que nos sitúan en los años finales de Baudelaire en Bélgica.
Sobre la traducción, se ha hecho, como no puede ser de otra forma, respetuosamente y buscando el rigor en esa aproximación técnica que mencionas. Ha sido un esfuerzo aligerado sin embargo por el extraordinario corpus de textos en torno al autor y a la obra, que junto con la profusión de traducciones anteriores, me ha permitido un abordaje más personal en el que he intentado armonizar esas dos facetas, la de lector y la de intérprete del texto.
XRR.- El tan debatido asunto de la rima. En la muy disfrutable introducción que presenta el libro, abordas el tema. Eres consciente de que conservar la rima que Baudelaire utilizó en la mayoría de sus poemas, iba a resultar, a ojos del lector actual, cuando menos chocante. Y esgrimes tu punto de vista. Háblanos de ello.
PA.– Optar por la rima en esta nueva traducción no fue en ningún caso un supuesto de partida.
Excusando el hecho de que toda traducción da como resultado un texto nuevo y formalmente distinto, llegué a la conclusión de que una traducción rimada respetaba mucho más el espíritu del original. Antes de tomar esa decisión, evalué las opciones y contrastando resultados de tentativas diversas (traducción literal, traslación métrica…) me di cuenta de que hurtar de forma consistente y sistemática la rima, suponía en la práctica un trabajo de demolición de los poemas. Menos trabajoso y mucho más gratificante ha sido el esfuerzo contrario de acercarlo todo a la rima, que me ha permitido evitar soluciones extrañas, como la reorganización intraestrófica, con el propósito de que el lector encuentre verso a verso un fiel equivalente del texto en francés. Por otra parte he intentado dar con una un rima que no sonara forzada. Alternando libremente rima asonante y consonante, he perseguido un ritmo fluido, que no resultara vetusto ni aparatoso al oído. En cualquier caso mi propósito ha sido lograr una música que me ayudara a guardar la mayor fidelidad posible a las imágenes y al sentido general de los poemas.
XRR.- De igual modo que hablábamos antes sobre las dificultades y el reto que supone enfrentarse a una obra mayor de la modernidad, háblanos del placer de convivir y transitar durante un largo tiempo por las entrañas de una sensibilidad exquisita hecha armonía y lenguaje como la de Baudelaire. ¿Qué elementos, desapercibidos para el lector «externo» han causado tu admiración al mirar de cerca las estructuras internas que sostienen los poemas? ¿Qué recursos de los empleados por Baudelaire destacarías?
PA.-Más allá de esos recursos técnicos que mencionábamos y en los que Baudelaire destaca como último gran cultivador de las formas métricas clásicas, hay un poderosísimo contraste entre rigor formal y ruptura en cuanto a los temas y obsesiones que Baudelaire introduce en sus poemas, y eso es probablemente lo que hace que el libro continúe plenamente vigente. Me refiero, por supuesto, a la toma de postura ética que realiza respecto del mundo industrializado y el nuevo panorama urbano que emerge en el XIX, del que es testigo excepcional. Por otra parte, y desde mi experiencia al traducirlo, me ha sorprendido la variedad y la riqueza de las modulaciones de la voz poética de Baudelaire, capaz de oscilar entre extremos y de recorrer infinidad de acentos y matices, desde la sorna hasta la crueldad, del horror a la ternura más desarmada. Uno de mis propósitos ha sido respetar y poner de relieve esos matices tan ricos. También destacaría la capacidad de Baudelaire para dibujar escenas muy vívidas con unos pocos elementos, una habilidad para la creación de atmosferas narrativas que parece, en mi opinión, inspirado por su traducción de los relatos de Edgar Allan Poe. Creo que algunos poemas de Las flores del mal, como Los siete viejos, o Las metamorfosis del vampiro, deberían figurar en cualquier antología de lo mejor de la literatura fantástica del XIX.
XRR.- Cada lector tiene sus poemas favoritos del libro, entre tantos magníficos. Y aunque con los años y las relecturas -como ocurre con los clásicos- puedan ir cambiando, ¿cuáles son esos poemas para ti?
PA.-Claramente, Las flores del mal es uno de esos libros que forjaron mi vocación literaria. Como hemos hablado en alguna ocasión, en un primer momento, muy joven, me atrajo el tono tétrico general, lo escabroso y violento de su imaginario y, sobre todo, la absoluta omisión de efusiones sentimentales, algo que conectó muy profundamente con mis preocupaciones en un momento de construcción de mi propia voz poética. En ese sentido es fundamental el lugar que ocupa en mi vida Una carroña, un poema en el que parece que vaya a perfilarse una escena típica amorosa, que sin embargo se trasforma en una cosa mucho más perturbadora debido a esa estética de lo macabro que Baudelaire es capaz de imprimirle. Por supuesto son también muy significativos para mí poemas como el inicial Al lector o El albatros. Gracias al hecho de esta traducción he redescubierto poemas como El viaje, que en gran parte encierra el sentido programático del libro, o El viaje a Citerea cuyo final me conmueve profundamente.
XRR.- Me ha parecido interesante y significativo que el editor, consensuándolo contigo, haya considerado oportuno puntualizar en la portada de libro que se trata de una «versión» y no de una traducción. Tú mismo refieres que consideras que se trata de la traducción de un poeta y no de un filólogo. ¿Qué puedes comentarnos al respecto?
PA.- Precisamente el editor y yo queríamos hacer patente ese matiz, ya que lo que proponemos es una nueva aproximación a una obra ampliamente conocida y sobre la que continuamente recae una atención renovada. De modo que, desde el respeto, para mí era importante dejar claro que me he permitido ciertos ajustes creativos e interpretativos. Lo que he intentado ofrecer es mi propia lectura del original desde una perspectiva libre y personal.
Se trata, como dices, de la mirada de un poeta que busca transferir la esencia y el tono del original, y no una réplica palabra por palabra. La ambición pues ha sido la de capturar la atmósfera de los poemas, adaptándolos de manera que sonaran de manera efectiva en español, tal y como si hubieran sido concebidos en ese idioma. En definitiva, la esencia emocional donde la fidelidad literal no podía no transmitir completamente la riqueza del texto.
XRR.- Baudelaire, poco dado a los entusiasmos hacia su propia obra, refiere en su carta a Arsène Houssaye que encabeza sus Pequeños poemas en prosa, la ilusión que le produce el haber hallado una nueva manera poética, musical, de reflejar el mundo moderno. ¿Te has planteado continuar con la labor de traducir esa obra también fundamental de la modernidad literaria?
PA.- Precisamente por tratarse de textos en prosa, tengo mis dudas de si una traducción mía pudiera aportar algún elemento o matiz novedoso a esa obra, algo que sí he aspirado a conseguir, pese a todo, con esta versión de Las flores del mal. Realmente no sabría decirte, aunque me has dado en qué pensar, eso es cierto… De todas formas, creo que tras esta larga pausa dedicada a la traducción, me toca volver a prestar atención a mi propia obra poética, tengo varios proyectos en ese sentido que quisiera ver materializados no muy tarde.
XRR.- ¿Qué lugar desearías que ocupara tu versión entre las versiones, algunas clásicas, de la obra?
Una vez salido el libro, no es algo que esté en mis manos. Sólo deseo que encuentre su lector, ya sea uno que descubra por primera vez a Baudelaire, u otro que lo recupere en mi voz y llegue a disfrutar de estas versiones tanto como yo al escribirlas. Finalmente todo mi empeño se podría resumir en que he intentado crear la traducción de Las flores del mal que a mí me hubiera gustado leer en su momento.
XRR.- Elige, ya para finalizar y para los lectores de Kopek, dos poemas de los que te sientas especialmente satisfecho.
PA.- Voy a escoger Una carroña que, como te decía, tiene una fuerte significación personal para mí, y Armonía nocturna, cuya rima supuso todo un reto por ese compás como de vals que posee.
XXIX Una carroña Recuerda el objeto que vimos alma mía, Aquella hermosa y dulce mañana de verano: Al doblar un sendero una carroña indigna Sobre un lecho sembrado de guijarros, Las piernas al aire, como una hembra lúbrica, Hirviendo y supurando de pociones, Abría de forma indolente y cínica Su vientre hinchado de emanaciones. Sobre tal putrefacción el sol estaba brillando Como para cocinarla a la perfección Y tornar a la gran naturaleza multiplicado Todo aquello que esta unió; Y el cielo observaba la carcasa soberbia Como si una flor se abriera. El hedor era tan fuerte, que en la hierba Temí que te desvanecieras. Las moscas zumbaban sobre ese vientre pútrido, De donde surgían negros batallones De larvas, que fluían como un espeso líquido A lo largo de aquellos animados jirones. Como una ola, todo ello subía y bajaba, O bien, burbujeante se abalanzaba; Pareciera que el cuerpo, de una respiración vaga Inflado, vivía y se multiplicaba. Y ese mundo emitía una extraña música, Como el agua que mana y como el viento, O el grano, que el espigador de forma rítmica Agita y criba con su harnero. Se borraban las formas y tal un sueño parecía, Un boceto hecho con trazo lento, Sobre el lienzo olvidado, y que el artista termina Gracias solamente a su recuerdo. Tras unas rocas una perra inquieta Nos escrutaba con mirar enojado, Espiando el momento para recuperar de la osamenta Un pedazo de comida abandonado. —¡Y sin embargo tú serás igual a este despojo, A esta horrible infección, Sol de mi naturaleza, astro de mis ojos, Tú, mi ángel y mi pasión! ¡Sí!, tal serás, reina de la belleza, Tras los últimos sacramentos, Habrás de ir bajo la hierba y las flores espesas, A pudrirte entre los esqueletos. ¡Entonces, oh mi bella! dile al gusano Que te comerá a besos, Que la forma y la esencia divina yo he guardado De mis amores descompuestos. XLVII Armonía nocturna Aquí llegan los tiempos en que con el tallo vibrando Igual que un incensario se evapora toda flor; Al aire de la noche girando perfume y canción; ¡Vals melancólico y vértigo lánguido! Igual que un incensario se evapora toda flor; El violín se estremece como un corazón penando; ¡Vals melancólico y vértigo lánguido! Cual gran altar es el cielo, lleno de tristeza y desazón. El violín se estremece como un corazón penando; ¡Odiando la vasta y negra nada, un tierno corazón! Cual gran altar es el cielo, lleno de tristeza y desazón. El sol en su sangre congelada se está ahogando. ¡Odiando la vasta y negra nada, un tierno corazón, Recoge todo vestigio del luminoso pasado! El sol en su sangre congelada se está ahogando... ¡Como un ostensorio, tu recuerdo en mí brilló!
FICHA TÉCNICA
Charles Baudelaire, Las flores del mal.
Versión de Pedro Alcarria Viera.
Ediciones Vitruvio, 2023.
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