Mi primer encuentro con la poesía de Kostas Karyotakis tuvo lugar una sofocante noche de agosto en la casa de mi amigo Yorgos, en las faldas del monte Egáleo, no lejos del lugar donde —según cuenta el historiador Heródoto— el rey persa Jerjes ordenó instalar su trono para contemplar desde allí el desarrollo de la batalla de Salamina. Sentados en el espacioso balcón, completamente a oscuras, Yorgos y yo degustábamos el café granizado que nos había preparado su madre, la señora Eftijía, cuyo nombre significa Felicidad. Un pequeño receptor de radio, semioculto entre las frágiles ramas del jazmín agostado, escupía perlas de la música rebética y del rock griego del siglo XX. Lamentos por patrias milenarias perdidas en una noche y gritos rebozados en metáforas contra la opresión y la censura de una dictadura que, felizmente, era ya solo una página negra de la historia. De pronto cesaron las canciones y una voz masculina comenzó a recitar un poema:
A UN ANTIGUO COMPAÑERO DE ESTUDIOS
Amigo, es como si ahora mi corazón hubiese envejecido.
ha terminado mi vida en Atenas,
que pasó dulcemente entre alegrías
y a veces con la amargura del hambre.No volveré más al lugar que la patria
me dio para celebrar la juventud,
sino de paso, con mi esperanza desvanecida, viajero.Como peregrino iré a tu casa
y me dirán que no saben qué ha sido de ti.
Junto a otro iré a ver a tu Afrodita
y de otros será la casa de Irene.
Iré a la taberna para pedir nuevamente
el vino de Samos que bebíamos.
No estarás, el vino sabrá diferente;
mas yo beberé y me embriagaré.Subiré cantando y tambaleándome
al Zappio, adonde íbamos juntos.
Será hermoso el ancho horizonte alrededor,
y será mi canción como un llanto.
Apagué la radio. No quería escuchar nada más. Entusiasmado, cedí el paso al silencio con la intención de retener en mi memoria algún fragmento de aquel poema. Yorgos, como si hubiera adivinado la pregunta que estaba a punto de lanzarle, exclamó:
—¡Karyotakis!
—¿Quién?
—Kostas Karyotakis, enorme poeta de la generación de 1920. Contemporáneo de Cavafis, de Pessoa, ¡de vuestro Lorca! Es nuestro poeta maldito. Portador de una vida breve y henchida de infortunios, se descerrajó un tiro en el corazón cuando tenía algo más de treinta años. Lástima que casi todo el mundo lo conozca más por ser un poeta suicida y por su tormentosa relación con María Poliduri, otra poeta de la Generación maldita, que por los maravillosos poemas que nos dejó escritos. Son muchos los compositores y cantautores que han puesto música a sus versos. Si quieres, mañana te dejo un libro con todos sus poemas y algunas revistas literarias dedicadas a él.
—No, mañana no. Tráemelos ahora. El café me ha desvelado y creo que voy a pasar la noche leyendo a ese maldito poeta griego.
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Infancia y adolescencia
Es Kostas Karyotakis un niño nómada. Aunque ve por primera vez la luz en la ciudad de Trípoli, en el corazón de la península del Peloponeso, el 30 de octubre de 1896, vive una infancia marcada por los continuos desplazamientos de su familia como consecuencia de la profesión de su padre, funcionario público. Aprende a leer y a escribir en colegios públicos de diferentes islas Jónicas y, casi con toda seguridad, escribe sus primeros versos durante los dos años largos que su familia pasa en Atenas. Con apenas doce años, nuestro futuro poeta ya sorprende a sus maestros por sus inquietudes literarias y su buen dominio del francés.
Estamos en 1913. Con diecisiete años Karyotakis deja a su familia en La Canea (Creta) y marcha a Atenas para estudiar Derecho. Es en la capital griega donde sufre su primer desengaño amoroso: conoce la noticia de que Anna Skordili, la joven algo mayor que él con la que mantenía una relación en Creta, acaba de contraer matrimonio. El joven Kostas publica en diferentes revistas juveniles atenienses algunos de los poemas que ha dedicado a su malogrado primer amor.
TUS CARTAS [fragmento]
Tus cartas las tengo, Amor primero,
en una caja inestimable, en mi corazón.
Tus cartas tu juventud exhalan
y hacen florecer mi tardía alegría.
Dos años más tarde, en 1915, Karyotakis frecuenta ya los círculos literarios atenienses y su presencia es habitual en recitales poéticos y actos culturales. Establece sus primeros contactos con importantes editores, directores de revistas literarias y poetas, e incluso cuenta con la ayuda de Kostís Palamás (gran poeta y dramaturgo, autor de los versos del “Himno Olímpico”) para su primera conferencia, dedicada al poeta francés José María de Heredia.
En 1917 se licencia en Derecho. En un primer momento, intenta ejercer como abogado, pero la falta de clientela le obligará a intentar conseguir una plaza como funcionario público.
El dolor del hombre y de las cosas
En febrero de 1919 ve la luz “El dolor del hombre y de las cosas”, el primer poemario de Kostas Karyotakis. Es el propio poeta quien sufraga los costes de la edición, que consta de ciento veinte ejemplares. Otorga a cada poema un único sustantivo como título: “Muertes”, “Gala”, “Sonrisa”, “Nostalgia”, “Primavera”, “Almendro”, “Mar” … Sin desprenderse de la tradición, Karyotakis encuentra una manera diferente de observar el mundo; establece un nuevo orden y, con una originalidad extraña hasta entonces en la poesía neogriega, transforma las formas y los fenómenos de la naturaleza en expresiones de su propia alma, un alma que todo lo impregna de melancolía y tristeza:
PRIMAVERA
Así veo yo los jardines.En el jardín esta noche me habla una nueva melancolía.
Sumerge un almendro su florida sonrisa
en las turbias aguas del fangal. Y el recuerdo de la juventud
sacude con gran tristeza la enferma acacia…Despertó un frío soplo dentro del derruido invernadero,
donde las rosas son cadáveres y cada tiesto un ataúd.
El ciprés, interminable como un tormento, hacia los astros
levanta su negrura, sediento de aire.Y se marchan, en cortejo fúnebre dirías, los pimientos
de la arboleda arrastrando sus verdes cabellos.
Las dos palmeras levantaron en su desesperanza
las manos. Y es nuestro jardín, jardín de melancolía.
El poemario cosecha buenas críticas en algunas revistas literarias de Atenas y Constantinopla, que todavía alberga a una importante comunidad griega. Por su parte, Kostís Palamás le hace llegar una misiva de felicitación en la que le anima a seguir surcando los mares de la poesía.
Pocos meses después de la publicación del libro, comienza Karyotakis su trabajo como funcionario público; sus primeros destinos: Tesalónica y Siros. No tarda mucho en manifestar a través de sus poemas el tedio que le provoca la vida provinciana y la sentida añoranza de la luminosa vida cultural de Atenas, adonde regresa a mediados de 1921.
Nipenthí
En el otoño de 1921 Karyotakis publica su segundo poemario: “Nipenthí”, término con el que homero designa en “La Odisea” una bebida divina que hacía olvidar el dolor, la tristeza y las fatalidades. Sin embargo, parece ser que nuestro poeta titula así su poemario bajo la influencia de Baudelaire, quien había utilizado el término phármakon nepenthés en referencia al opio en “Les fleurs du mal”.
Karyotakis, además de sus propias composiciones, incluye en el libro la traducción de algunos poemas de autores franceses contemporáneos. El poemario comienza con la traducción en prosa del poema “La voix” de Baudelaire y se cierra con el “Epílogo” de Georges Rodenbach. Como en su primer libro, en “Nipenthí” sigue el poeta contemplando el mundo desde la melancolía y el pesimismo, y busca en vano una vía de escape. La poesía no es un refugio fácil para él, que en algunos poemas de este libro se interna ya en el terreno de la sátira y el sarcasmo. Los críticos coinciden en señalar la originalidad de este segundo libro en el que el poeta se aleja definitivamente de la tradición que representa la poesía de Palamás y se acerca a la concepción poética de Baudelaire.
ESTROFAS
Veinte años jugando
con libros, no a las cartas;
veinte años jugando
he perdido mi vida.
Pobre ahora, me tiendo
a escuchar la fácil sabiduría
que un viejo plátano me susurra.
María Poliduri
Apenas seis meses después de la publicación de “Nipenthí”, aparece en la vida de Kostas Karyotakis una joven cuyo nombre quedará por siempre vinculado a la vida y a la obra del poeta de Trípoli: María Poliduri. Nacida también en una ciudad del Peloponeso -Kalamata-, Poliduri llega a Atenas para estudiar derecho. Progresista, feminista y también poeta, conoce a Karyotakis en la Prefectura de Ática, donde ambos trabajan como funcionarios públicos. Ella tiene veinte años y él veintiséis. Una inmediata atracción física los conduce a una relación apasionada, breve y trágica, que supone un acontecimiento trascendental en la vida de ambos. El final del vínculo entre los dos poetas comienza tan solo unos meses después, cuando Karyotakis revela a Poliduri que ha contraído la sífilis. María le responde con una sorprendente propuesta de matrimonio, pero Karyotakis, lleno de dudas e inseguridades, es incapaz de afianzar los lazos de unión entre ambos. A pesar de la ruptura, logran mantener una estrecha relación amistosa a la que solo la muerte pondrá fin.
Elegías y sátiras
En diciembre de 1927 se publica “Elegía y sátiras”, el último poemario de Kostas Karyotakis, que el poeta hace llegar a las más reconocidas figuras del mundo literario neogriego. Los versos del libro III de De rerum natura de Lucrecio con los que Karyotakis inaugura su poemario apuntan al desastre y a la muerte como temas centrales del mismo. A diferencia de sus dos libros anteriores, en “Elegías y sátiras” el poeta ha perdido ya toda fe en la poesía como vía de liberación. El arte y los ideales se derrumban para él, que vivencia el ambiente de una Grecia sumida en el pesimismo tras la derrota en Asia Menor que supuso el fin de la Gran Idea, sueño helénico que pretendía unir bajo un solo Estado todos los territorios de mayoría griega en el Asia Menor y los Balcanes. Dueño de una vida atormentada, Karyotakis se reconoce derrotado por la monotonía, por los miserables valores de la burguesía y por un Estado que a cada instante le recuerda su insignificancia. El desencanto y la desesperanza cubren de pesimismo y sarcasmo los versos de la mejor obra de Karyotakis.
DERRUMBE
Sobre la arena se levantan las grandes obras de los hombres
y el tiempo, como un niño, las derriba con el pie.
Muerte en el Café Celestial
Kostas Karyotakis, al igual que Cavafis en su día, sueña con abandonar su mísera vida como funcionario. Aspira a convertirse en un gran dramaturgo y conseguir así la independencia económica que le permita abandonar la monotonía de la oficina. Mientras tanto, intenta mejorar la vida de sus colegas a través de una reseñable actividad sindical que termina por acarrearle la aversión de sus superiores y el traslado como castigo a ciudades de la periferia helena. Su último destino es Préveza, en la lejana región del Epiro. En una ciudad pequeña, con una vida cultural prácticamente nula, alejado de su amada Atenas y de sus amigos, el poeta se hunde con rapidez en la desilusión y el pesimismo. En la noche día 20 de julio de 1928, Karyotakis se interna en el mar con el propósito de ahogarse, pero las olas lo devuelven a la costa. Al día siguiente, tras descansar en su casa y cambiarse de ropa, adquiere un revólver y, tras redactar en la terraza del Café Celestial una nota de despedida, se dirige a un parque cercano y, a la sombra de un eucalipto, se dispara un tiro en el corazón.
“He tenido el vértigo del peligro. Y el peligro, que ha llegado, lo recibo con el corazón dispuesto. Pago por aquellos que, como yo, no encontraron ningún ideal en su vida, por todos aquellos que fueron víctimas de sus dudas y consideraron su existencia como un juego insustancial. Los veo llegar, cada vez más numerosos, con el paso de los siglos”.
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¿Qué habría sido de la poesía neohelénica si Karyotakis no se hubiera suicidado? Nunca lo sabremos. Es cierto que su poesía influyó, y mucho, en los poetas que llegaron después. Algunos, los que más, se inspiraron en él para crear una mediocre tendencia poética: el Karyotakismo; otros, unos pocos, bebieron de lo mejor de los versos del poeta de Trípoli y llegaron a coronar la cumbre de la poesía griega del siglo XX
Karyotakis en castellano
La conmemoración en este 2018 de los noventa años de la desaparición de Kostas Karyotakis ha coincidido con la publicación en España de su tercer y último poemario: “Elegías y sátiras y cuatro poemas póstumos”, magníficamente traducido por Juan Manuel Macías y editado por Pre-Textos. También vertido al castellano por Macías, tiene el lector a su disposición el poemario de María Poliduri “Los trinos que se extinguen” (Vaso Roto, 2013). Dos libros imprescindibles para todo aquel que desee acercarse a la poesía griega del siglo XX
Un artículo muy interesante.