El martes, durante la cena, me explicaron la historia de cómo Alessandro Baricco había entendido por qué escribía gracias a una historia de Cormac McCarthy.
La historia es, a grandes rasgos y con las imprecisiones de la oralidad, la siguiente: en el desierto, cerca de la frontera, un padre enseña a su hijo a poner trampas para los lobos. Va instalándolas una a una a lo largo de una gran superficie. Al día siguiente, el padre envía al hijo a comprobar si algún lobo ha caído en las trampas. Le dice: “Si encuentras un lobo, primero, bájate del caballo, segundo, mata al lobo”. El niño sale para cumplir su misión. Al principio no encuentra nada, pero finalmente encuentra una loba atrapada en una de las últimas trampas. Tal y como le había dicho su padre, se baja del caballo, pero en lugar de disparar, le ata el hocico para que no pueda morderle, le ata también el cuello para que no se escape. Después, libera a la loba y echa a andar hacia la frontera. Llega hasta un pueblo donde sus habitantes, forajidos, le dicen: “¡Pero qué haces aquí con un lobo!”. Le quitan a la loba y rápidamente organizan, bajo una carpa, una serie de peleas de perros. Todo el mundo hace mucho ruido, jalea a los animales y disfruta de la fiesta. Hasta que la loba empieza a matar a todos los perros. No deja ninguno vivo. Entonces los forajidos se callan, se hace el silencio bajo la carpa, todos observan cómo la loba respira agitada después del esfuerzo. El niño entra en la carpa, coge a su loba, que mansamente se acerca a él, y les grita a todos: “Esta loba es mía”. Después, juntos, se van.
Y me cuenta que dijo Baricco que eso era lo que él hacía cuando escribía: volver a colocar las cosas que no estaban en su lugar, llevarlas a su hogar, como el niño trataba de hacer con la loba.
Después de cenar, llega la noticia de que McCarthy acaba de morir. ¿Habría encontrado la soledad definitiva que tanto había salvaguardado en vida? ¿Sería ese niño, el de su historia, el que le había llevado de la mano al otro lado de la frontera? Ojalá tengamos la suerte de que alguien nos lleve a nuestro hogar.
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