Trifón Abad (Murcia, 1979) es un tipo –y un escritor– generoso. Su primer libro Que la ciudad se acabe de pronto (Malbec Ediciones, 2018) ha sido declarado finalista como mejor colección de relatos en el prestigioso premio Setenil. Algo así como ser nominado a los Goya con la primera película. Como clasificar al Real Murcia para la Champions. Algo sorprendente para un primer libro, pero nada sorprendente si atendemos a la formación y talento de Abad, un escritor de raza, que lleva escribiendo desde la primera juventud; que ha leído, estudiado y analizado relatos con algunos de los mejores cultivadores del género de los últimos años como Bernardo Atxaga o Ángel Zapata hasta dar con su voz literaria. Una voz que contiene muchas voces. Moderna pero con ecos clásicos. Reflexiva y plástica. Su libro es un viaje personal por algunos de los hitos más importantes del género, unas variaciones por la historia del relato, un zapping gozoso. Desde Kopek le hemos querido dar la bienvenida a la república del relato, a la familia del aire, mediante esta entrevista.
¿Por qué elegiste el género relato para tu debut en literario?
En este momento de mi vida me inclino por contar historias sin profundizar demasiado en descripciones o emociones. Este género me permite hacerlo saltando de la realidad al mundo fantástico con cierta facilidad, intentando que el lector no perciba saltos abruptos al atravesar esa grieta, tantas veces imperceptible. Prefiero elegir la parte que considero más emocionante o relevante y dibujar el resto con efectos o con pistas que el lector puede seguir para completar su historia.
¿Te sientes adscrito a esa tradición o tus próximas obras explorarán otros ámbitos?
El formato corto es el que más me atrae, por su intensidad y por su versatilidad. En mi opinión, las piezas breves exigen ser trabajadas de manera más artesanal, pues precisan encajar elementos y sucesos en pocas páginas dotando de relevancia a la historia y sin que dé al lector la impresión de que se ha hecho de manera apresurada. Durante mi formación compaginé el análisis de cuentos con la creación literaria y me convertí en un adicto al género. Creo que el cuento corto es una herramienta óptima para transmitir un efecto potente y que perdure en el lector, que resuene en su mente tiempo después de haber terminado la lectura. En cuanto a mis próximas obras, a pesar de mi predilección por el relato, llevo años trabajando en un proyecto completamente alejado de este género. Requiere un trabajo de investigación y documentación enorme por lo que no me atrevo a estimar una fecha para su finalización. Es un reto personal muy ambicioso que tarde o temprano tendré que parir.
¿Cómo definirías tu poética?
La mayoría de los cuentos del volumen exploran sentimientos relacionados con la incomunicación y la soledad. Como humanos, tendemos a comunicarnos con los demás y a aislarnos, y pienso que ambas posturas son necesarias y al mismo tiempo encierran sus riesgos. Ante estas propuestas temáticas, el silencio adquiere un papel muy relevante. Relacionamos los actos de comunicación con el sonido por su origen primigenio. De alguna manera, en ciertos textos, propongo el silencio como una especie de solución o de bien absoluto al que se aspira, bien a través de la tecnología, como en «Silenter», de las imposiciones sociales como sucede en la sociedad de «Reino de silencio» o como se deduce en la familia del niño que protagoniza «Filias». Quizá la incomunicación, el silencio y la soledad podrían identificarse como puntos desde los que parten las historias, aportando cierta cohesión en el enfoque, pero siempre subordinada a la evidente diversidad de voces y temas que se encuentran en los cuentos.
Muchos de los relatos del libro parecen rendir homenaje a maestros del género. Así en el excelente “Ciento treinta coronas” se percibe cierto sabor a los relatos de Poe o Kafka, “El diestro” lo podría haber escrito Cortázar y otros están inscritos bajo el influjo de Ray Bradbury. ¿Fue una opción deliberada? ¿La lectura produce escritura?
Agradezco mucho que anotes esas referencias, pues todos los que mencionas son autores sagrados para mí. No podría hablar de decisiones deliberadas, pero doy por supuesto que las lecturas que más me han satisfecho han ido calando en el estilo y en mi forma de mirar el mundo desde una perspectiva artística. No sé si la lectura produce escritura de una manera directa, como relación causa-efecto, pero lo que sí resulta obvio es que no puede darse una escritura consistente y sólida sin un fértil bagaje lector previo, elevado tanto en calidad como en cantidad. Después aspectos como el trabajo, el talento, la confianza, la búsqueda de unos argumentos atractivos y creíbles, etc. son ladrillos que van superponiéndose para edificar la voz del autor. Esta siempre se verá acompañada y empequeñecida por las referencias que le enseñaron el camino. Quien ose enfrentarse a Hawthorne, Poe, Quiroga, Borges, Salinger o Carver (por mencionar solo a algunos maestros) está muerto antes de afrontar el duelo.
El concepto de silencio juega un papel importante dentro del libro, explícanos un poco cómo funciona para ti como elemento narrativo y estructural dentro de la colección.
Desde Kierkegaard, hasta Picard o Le Breton, muchos escritores y pensadores han abordado el concepto del silencio y analizado su influencia en nuestra manera de actuar y comunicarnos. Le Breton, en el primer párrafo de su introducción de «Du silence» (cuya lectura recomiendo) lo presenta de una manera magnífica: lo define como un «intruso» al que tratamos de «yugular» cuando se manifiesta. Habla de un contexto denominado «utopía de la comunicación», de cuya evocación me sirvo como punto de partida para algunas de las historias. Como se lee en una de ellas: «la ausencia de voces lo devora todo como un manto de calma grisáceo y vivo». El silencio respira de forma perpetua en nuestra existencia, es infinito y subyace de manera permanente, pero siempre se encuentra ensuciado por ruidos. Esa necesidad del silencio por imponerse, incansable, sobre el resto de la vida me parece de una fuerza argumental y poética brutal. Partiendo de esa propuesta, intento desgranar su fuerza y proponer diversas posibilidades interpretativas: problemas en relaciones personales, silencios impuestos como dominación, los molestos susurros de la naturaleza, la soledad de personajes aislados por decisión propia para buscarlo, su estrecha relación la muerte, etc. Dadas esas premisas y teniendo en cuenta mi estilo narrativo, explorar el elemento del silencio como eje transversal me pareció interesante para abordar temas universales y componer textos que aspiraran a ser duraderos.
La colección de relatos reúne una gran diversidad de tonos y voces. ¿Te planteaste un libro de relatos así o es una especie de grandes éxitos de toda tu producción?
Todos los relatos del volumen pertenecen a una misma etapa. Algunos de ellos tenían voces más próximas entre sí, pero las alejé intencionadamente para intentar dotar al libro de presencias más ricas y menos monótonas. A la hora de elegir los relatos y disponer su orden, efectivamente hubo algunos que se quedaron fuera porque no respiraban la misma atmósfera que estos.
En alguna entrevista has comentado que hace algunos años leías con fruición a los finalistas del Premio Setenil. Ahora estás tú entre los finalistas con tu primera obra, ¿nos das la receta del éxito?
Sí, es cierto. Cuando estudiaba sobre el género, me gustaba alternar las lecturas de los grandes clásicos con otros libros de autores actuales. ¿Y qué mejor que hacerlo con quienes optaban a este premio? No quisiera que se interpretara esto como falsa modestia, pero no considero que haya obtenido ningún éxito, aunque por supuesto agradezco enormemente el reconocimiento que supone estar entre los finalistas de esta edición junto a autores ya consagrados. Me gusta creer que esta nominación responde a que han valorado la originalidad de los cuentos, así como el trabajo de depuración de elementos superfluos que pudieran restarles ritmo o intensidad. Creo que esos son los dos aspectos más destacados de mi libro, honestamente: la originalidad de algunos de los temas y el trabajo de limpieza para aproximar los cuentos a las cualidades que establece el canon clásico del género. El relato vive en permanente evolución. Es estricto en algunos de sus criterios pero compasivo y flexible en otros, por lo que admite desde textos que se acercan a la extensión de la novela corta, hasta otros que apenas requieren los caracteres de un tuit. Personalmente, prefiero los textos que puedan leerse en una sesión, pero que presenten una carga argumental suficiente para dejar un poso reflexivo en el lector.
¿Te adscribes a alguno de los famosos decálogos sobre el relato? ¿Tienes algún consejo propio?
El decálogo de Quiroga me parece imprescindible. Sus consejos, desnudos de teorías, son de una pureza y de una sencillez maravillosas: «Ama a tu arte como a tu novia», ¿quién puede no entender eso? Por supuesto, los textos de Cortázar «Algunos aspectos del cuento» y «Del cuento breve y sus alrededores» son también obligatorios, no ya tanto para escribir sino simplemente para leer cuentos con la responsabilidad del sentido crítico: intensidad, tensión, esfericidad, el uso de lo fantástico… en fin, todo. Bradbury da muchos consejos buenos y yo pondría uno de ellos en la cúspide de todos los decálogos: «Amuebla tu cabeza», referido a la necesidad de leer para tener referencias (incluso latiendo en el subconsciente) de las que poder echar mano en el momento más crítico del proceso creativo. Y qué decir de Poe, desde el cuidado del clímax o la estructura, hasta la extensión o el uso de los efectos que se suman y apuntan al efecto final. Hay tantos consejos de escritores a los que admiro que no me atrevería a dar uno. Además seguro que ellos ya lo habrían recogido, de una u otra manera.
Pasemos a cuestiones más artesanales. ¿Cómo son las circunstancias de tu escritura? ¿Cómo y dónde escribes?
Ya que cambias el registro de pregunta, me permito hacerlo también con la respuesta. Lo cierto es que tengo una teoría, que podríamos denominar darwinista, acerca de los rituales de los que muchos escritores se confiesan esclavos. He vivido en unas diez casas durante toda mi vida (la mayoría en Madrid, de alquiler y compartiendo vivienda) y esta circunstancia me ha hecho escribir en muchos espacios con diferentes características. Por eso no tengo un espacio sagrado donde sentarme a escribir como rutina. A esto se suma el hecho de haber escrito como soltero (más tiempo libre, por tanto), en pareja (la cosa se te complica, amigo), con un hijo (oh, dios. ¿Y ahora?) y con dos (date por muerto literariamente hablando, chaval). De modo que mi proceso de escritura es bastante caótico. Puedo escribir en una libreta en la cama antes de dormir, en el ordenador durante un receso de trabajo o en el salón mientras mis hijos ven los dibujos animados.
En realidad, una vez identifico un tema que merece mi atención, apunto en cualquier circunstancia de las antes descritas una serie de ideas germinales. A lo largo de las horas o días siguientes, voy añadiendo ideas o experiencias (en el móvil, a menudo) hasta que decido sin voy adelante con ella o no. Una vez tengo claro que voy adelante, esbozo un esquema. Por último, para trabajar el texto, lo hago en la oficina, en uno de los ordenadores que tengo sin ocupar, cuando no hay mucho trabajo y nadie que me pueda interrumpir. Como digo, me voy adaptando a las circunstancias. Sé que no es lo óptimo, pero no soy un ser al que le guste aislarse en una casa en la montaña con velas y sin wifi. Quizá un día, pero no a día de hoy.
¿Cómo estás viviendo la recepción de tu obra? ¿Qué te cuentan los lectores?
Estoy muy contento con las impresiones que recibo. Nuestros seres queridos nos dicen que disfrutan leyendo nuestros cuentos, pero eso es algo que esperas, ya sea cierto o una mentira piadosa apoyada en la amistad, en el amor o en la inmediata súplica de un préstamo de una invitación a cerveza.
Bromas aparte, las críticas que estoy recibiendo son muy positivas. Resulta curioso que, a veces, el relato que más gusta a un lector, es precisamente aquél que parece menos atractivo a otro. Y viceversa. Creo que el hecho de ser un libro tan diverso en temas y épocas, ayuda a que la mayoría de los lectores salgan de él con ciertas predilecciones.
En algunos casos me dicen que cuando llega el punto final de los relatos, se descubren desviando la mirada del libro y pensando en lo que ha sucedido en la historia y lo que podría acontecer a continuación. Si logro ese efecto, ya me doy por satisfecho. «Quiero saber más», me dicen. Y yo les respondo que sé lo mismo que ellos, que cada uno sabemos el resto a nuestra manera. Dentro de su manera de asomarse a mi mundo, ellos ya lo saben todo.
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