Barcelona en pandemia, Primavera del 2020. Aprovechamos esta sacudida para ponernos al día con Sasha Asensio, cronista del kilómetro cero de nuestra descompensada realidad condal. Allá donde el fulgor de la cuadrícula se desdibuja con las risas y lágrimas de sus moradores. ¿Dónde se refugian los que no tienen refugio?
Hace un año y medio de nuestra entrevista precedente. ¿Qué novedades se han incorporado a tu trabajo, durante este tiempo?
Me gustó mucho la entrevista. Kopek, poca broma. No muchas cosas cambiaron, la verdad. Quizás mayor actividad con el video y más visitas a otras ciudades, para ampliar horizontes.
La actividad de los que tenemos hijos en edad escolar ha sido arrasada por el colegio online. Tú no tienes descendencia. ¿Cómo te está afectando esta sobreexposición a la información y el confinamiento? ¿Sientes que ha mejorado o empeorado tu capacidad para crear?
El confinamiento ha frenado mi capacidad de movimiento, y de la sociedad en general, por lo tanto, es una merma productiva y no creativa.
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¿Cómo mantienes tu motivación para seguir produciendo, día a día?
Es un impulso constante, como el latido. Una necesidad. No puedo explicarlo de otro modo. ¿Suena cursi?
Si la analogía del latido es cursi, yo resulto cursi continuamente. ¿Consigues mantener una nueva rutina?
Pues sí, pero no la que uno desea. Me estoy apoyando mucho en los ejercicios físicos y mentales y la verdad, los días pasan con velocidad.
¿Crees que esta motivación se reduciría o se perdería si tu fotografía no tuviera tanto de contacto humano?
Probablemente, aunque nunca se sabe. Mañana podría pasarme al paisajismo, pero lo veo lejano. El contacto humano, la relación y conocimiento con mis retratados es muy importante, Me lo paso bien.
¿Seguirías en la fotografía si solo tuviera una voluntad estética, sin el evidente subtexto social?
No creo. Nunca se sabe, pero la fotografía 100 % estética me llama poco la atención. Es casi como los selfies. Huyo de eso. En mi opinión, hay una estética impuesta que aburre lo suyo.
Parecería lógico que ahora se produjese un interés superior por la fotografía con contenido social que por la más ligada a la moda y el glamour.
Así es. Hay algo de eso por ahí. No me parece mal desenredarse de los circuitos convencionales e ir más lejos. Nuevas dimensiones son siempre saludables.
En tu fotografía intuyo más lo orgánico, casi manual, que lo digital.
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Bueno, a parte del sistema digital, el resto es muy manual sí. Es un proceso tête à tête o face to face, que pide conexión emocional / manual.
Hace unos meses pasé por Évora, en el Alentejo portugués, y había una exposición de Sebastião Salgado en la calle. Me quedé pensando que tus fotos quedarían bien en la Rambla del Raval, en gran formato. Sería una buena propuesta para esta época de distanciamiento social.
Me encantaría, la verdad. Ideal y muy km 0. Podría ser una confrontación social positiva.
¿Te preocupa resultar actual o moderno? ¿Cómo crees que dialoga tu trabajo con tus predecesores y con tus contemporáneos?
Depende lo que se entienda por actual o moderno. Pero, sí, quiero estar al día de todo para aprender y absorber. Además, la fotografía en general envejece bien, a diferencia de otras disciplinas. Creo que mi obra se lleva bien con el paso de tiempo.
Me ha gustado mucho la última imagen de Miguel Ángel, de La Cañada Real. Creo que habla mucho de tu trabajo. De su profundidad nada evidente.
La foto de Miguel Ángel, la hice en un lugar muy extremo: la Iglesia Valdemín, de La Cañada. Poca broma. Entrañable todo.
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¿Te imaginas un futuro en que todos los retratados lleven máscara?
No me lo imagino, pero no lo descarto, al menos, por una buena temporada. Detesto retratar a la gente tapada. Pero bueno, siempre quedará la mirada.
Ante la cada vez más evidente imposibilidad de monetizar lo que creamos, ¿se abre una oportunidad para que la gente haga el arte que ama, sin filtros, más allá del salario del ego, de los likes en las redes sociale
Interesante tema. Gonzalo Juanes, fotógrafo de Gijón(1923 – 2014), era perito industrial, y decía que gracias a ese trabajo hizo las fotos que realmente deseaba, sin presión, condiciones o likes.
Esto es un aspecto muy a tener en cuenta. Los intereses, gustos del pagador o seguidor de redes parecen condicionar el arte en general. Por ello, creo que, posiblemente, las mejores obras de la historia no fueron impuestas por motivos ajenos al propio propósito de crear.
En mis paseos reglamentarios, he encontrado el ambiente del Chino muy tenso, con una población con un aspecto muy castigado, y una presencia policial muy intensa. En contraposición, en su hermano pequeño, el Poble Sec, se respira una atmósfera mucho menos saturada.
Una vez más, el Distrito Uno parece a punto de estallar.
El Raval siempre estalla. Es dinámico, histórico y difícil.
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A pesar de trabajar desde casa, estás acostumbrado a patear las calles, al encuentro de tus modelos. ¿Cómo llevas esto de estar encerrado?
Pues lo echo de menos, la verdad. Salir a diario a disparar es cosa de salud y bienestar para mí.
¿Qué ha sido de los protagonistas de tus retratos? ¿Se han confinado?
Ni mucho menos. Están dónde siempre, en la puta calle y a prueba de bombas.
¿Cómo se convence a un tipo ahora, en plena pandemia, de que se deje retratar, en la calle? ¿De que se deje aproximar por el objetivo de tu cámara?
Cómo siempre: con respeto y cariño.
Una de las muchas obviedades que acaban reflejando estos momentos, es la falta de empatía de los que más tienen hacia los que no pueden ni permitirse vivir confinados, porque directamente mueren. Muchos de tus vecinos son víctimas de esta circunstancia.
Pues sí. En estos tiempos es cuando se ve realmente el poder del dinero. Los menos acaudalados tienen menos recursos para afrontar la situación.
¿Cómo ha cambiado el paisaje humano, ahora que el Chino se toma un descanso de su función de parque temático turístico y recreo de las clases medias barcelonesas?
No te creas. El Raval está a tope. Si no es el Ramadán, son los skaters, y si no los paquistaníes, que no cierran nunca.
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Lo tuyo es la imagen, pero doy por hecho que los ruidos callejeros también se han modificado.
Bueno, ahora el ambiente es más silencioso. Es una verdad. Pero se nota mucha tensión en las calles. Por un lado, la precariedad absoluta y las enormes colas de personas en la distribución de comida gratis, asistidas por asociaciones benéficas. En esas colas se ven nuevos participantes. Es inquietante.
La serie de tus imágenes de la Barcelona vaciada por el confinamiento, no me transmiten la belleza del amanecer de la ciudad que se despereza escuchando “Samba e amor”, de Chico Buarque. Es una urbe con una luz fría, privada incluso de su suciedad, a la espera de las malas noticias.
Así es. Es un paisaje incierto, frío y nada cómodo para estar. Un estadio social muy deprimente, con pronóstico incierto.
Los adictos son uno de los temas de tu trabajo. ¿Cómo están resolviendo su ciclo del consumo, en tiempos en que unas personas antes invisibilizadas, pasaron a ser los únicos en la calle?
Están como siempre. Siguen vagando y buscando por las calles. Una de ellos me dijo que la gente les tira dinero desde los balcones. Tengo la sensación que, para las personas adictas, la rutina del consumo apenas ha cambiado.
¿Se percibe la solidaridad de las diferentes comunidades que conforman el Código postal 08001?
Sí que la hay. Existen varias asociaciones vecinales, organizadas y trabajando duro para ayudar en lo posible.
¿Cómo se está viviendo el Ramadán, este año?
Sin mascarillas, sin respetar las normas de confinamiento, por lo que he observado en la calle Hospital y alrededores. Obviamente, no son todos, pero parece que el fenómeno social del Covid-19 es ajeno a la mayoría de la comunidad musulmana afincada en Barcelona.
¿Es posible el distanciamiento social en un barrio con una densidad humana tan brutal?
Buena pregunta. Es un hervidero. Edificios del 1800, en ruinas, dónde alquilan camas en literas de a tres. Habitaciones de seis ocupantes. Sin salón, WIFI, ni luz natural. ¿Dime cómo lo hacen?
La mirada del fotógrafo, en estas circunstancias en que todos estamos tan sensibles, puede mediatizar la reacción del espectador. Lo hemos visto con las imágenes de las aglomeraciones en las playas. A mí me interesa más la dicotomía entre la necesidad obvia de mostrar que algo de unas proporciones inimaginables está sucediendo, y el necesario respeto por el dolor de los implicados. ¿Dónde ponemos la frontera?
Claro, es un tema delicado. Registrar e informar pero, ¿desde qué ángulo? Es labor del fotógrafo, transmitir sin maquillaje lo que está pasando.
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Por momentos, esta hibernación con wifi, nos está sustrayendo de la auténtica dimensión del desastre que se está produciendo. ¿No están sobrando imágenes de aplausos y celebraciones de curaciones, y faltando imágenes de féretros y sanitarios exhaustos?
A mi modo de ver, se está tratando la situación con cierto romanticismo. Creo que podría ser una oportunidad para un cambio de modelo. ¿Cómo se explica que los políticos reciban más dinero en dietas que los sanitarios como sueldo? Me parece insostenible y debe corregirse. Sectores de salud, educación, cultura y vivienda, pasando hambre, mientras las administraciones compran coches oficiales carísimos u otros ejemplos de sobra conocidos.
¿Cómo huir del exhibicionismo? Del propio y que el retratado no te sumerja en el suyo.
No debes huir. Debes elevarlo a arte.
¿Es posible mantener la distancia necesaria, y no hablo de distanciamiento social, para hacer una fotografía real y viva, signifique lo que signifique eso?
La distancia, en la fotografía, no puede ser una regla, como muchos intentar establecer. La distancia se da según el duende dicte.
¿El duende existe, entonces? Recuerdo aquella máxima de Picasso, “que la inspiración te pille trabajando”.
Según dicen, existe el duende. Yo creo que sí, está por ahí ayudando a crear y desarrollar cosas buenas.
¿Te interesa el trabajo de algún fotógrafo sobre este tema?
Antoine d’Ágata hace cosas curiosas sobre el Covid-19.
¿Qué te parecen las aportaciones de Philip Montgomery, en el NYT?
Muy logradas. Tal vez de lo mejor en fotografía del covid-19. Es un tema difícil de destacar. Todo es muy plano. Son fotos y realidades que siempre estuvieron ahí. El tanatorio, UCI, cementerio, familia…
¿Qué fotógrafo del pasado habría sabido mostrar este momento?
Josep Brangulí.
¿Qué crees que habría aportado el notario Brangulí a estos tiempos de efectismo, y cómo encuadras su obra, poco difundida, respecto a la de otros fotógrafos barceloneses más conocidos, como Centelles o Colom?
Brangulí tenía un rigor muy curioso para congelar el momento. Era más un registrador que un fotógrafo. Lo hacía genial. La obra de Brangulí es muy antropológica. Te da mucha información. Un viaje al pasado, y encima con calidad y detalle. Una gozada.
Explícame un poco esta serie de fotos referenciadas a mitos del jazz.
Todo en casa pivota mucho alrededor de la fotografía, pero hay más cosas. Como el jazz.
Tú eres poco noctámbulo. El jazz es territorio de nocturnidad y de adicción. Y de grandes fotografías y fotógrafos, como los clásicos Herman Leonard o Irving Penn. ¿Te han influenciado?
El Jazz es adicción, nocturnidad y alevosía. Me gusta fotografiar colillas usadas de cigarrillos, en honor a Irving Penn.
El fotógrafo y músico Dani Álvarez, de Venancio y los Jóvenes de Antaño, siempre me pone al día de los fotógrafos actuales del género, como los locales Antonio Porcar y Esther Cidoncha, fallecida hace un par de años, o de Richard Conde y Didier Jallais, a nivel internacional. No sé si les sigues la pista.
Buenas referencias. Los conozco a todos menos Antonio Porcar. Investigaré.
Tú eres una persona abierta a valorar el trabajo de personas ajenas a los circuitos oficiales. Recomiéndanos un par de fotógrafos que estén en tu radar, y que no hayan entrado en el de los medios.
Paz Errázuriz, Boris Mikhailov, Lisetta Carmi o Jane Evelyn Atwood podrían ser referencias fuera del circuito convenci
Tú naciste en Sao Paulo, ahora incendiado por la actividad gubernamental y por las obvias dificultades de confinarse en un territorio tan particular como es una favela. ¿Qué noticias te llegan da Terra da Garoa?
Las noticias, una y otra vez, hablan del señor Bolsonaro, y su modus operandi, que representa una gran parte del país: Evangelio y simplismo. Una lástima.
¿Cuándo crees que volveremos a visitar una galería fotográfica?
Espero que pronto aunque sea con cita previa y mascarilla.
¿Corremos el riesgo de que que todas nuestras experiencias pasen a ser online, y perdamos el impacto de contemplar una obra de gran o pequeño tamaño, en una sala de un museo o galería?
Nos hemos digitalizado, más aún si cabe. Sin poder elegir. Pero confío que todo se resuelva y volvamos a ver las obras en tamaño XXL. Y sin luz por detrás, ¡por favorrrrr!
Más sobre Sasha Asensio en:
https://www.flickr.com/photos/sashaes/albums
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