Deambulaciones. Diario de cine, 2019-2020 (Muga, 2021), el último libro de Carlos Losilla, es un texto híbrido, misceláneo, una especie de isla exótica en medio del amplio archipiélago de las publicaciones sobre cine.
No cabe duda de que una de las consecuencias inesperadas del confinamiento ha sido la proliferación de un tipo de literatura que podríamos denominar «confesional» o «testimonial», y que incluye géneros como la correspondencia de autores, los testimonios personales o el diario íntimo.
En un período histórico excepcional como el del año pasado, en el que la vida exterior se paralizó a nivel mundial casi por completo, la mirada interior se consolidó, al mismo tiempo que se hizo más heterogénea y profunda. Se trataba de describir lo que pasaba, pero de un modo que no huía de la subjetividad, sino que ahondaba en ella. Parafraseando a Wittgenstein, podría decirse que el nuevo reto consistía en hablar sobre el mundo jugando con los límites de nuestro lenguaje, para hacer a ambos, tanto al mundo como a nuestro lenguaje, más porosos, más receptivos, más permeables.
Si a esto se añade una situación de crisis o de replanteamiento de proyectos personales, el resultado no es otro que un libro como Deambulaciones, un texto a medio camino entre el diario íntimo y el análisis de cine, con un marcado tono poético, que no desdeña la reflexión ni el ensayo.
Una forma de hablar de las mismas cosas pero de manera distinta, sin el corsé de las convenciones ni las limitaciones de los géneros literarios, con un pie en la descripción objetiva de los acontecimientos (la declaración del estado de alarma el 13 de marzo de 2020 y el posterior confinamiento) y otro en la digresión.
De todos estos aspectos del libro, así como de la actualidad de la industria del cine, con el auge de las plataformas digitales y la (tímida) reanudación de la actividad en las salas de cine, tuvimos oportunidad de hablar con Carlos Losilla, un observador privilegiado no solo desde su condición de crítico y analista de cine, sino como profesor universitario que enseña y difunde el mundo del cine en las aulas.
-A diferencia de sus otros libros, ¿por qué ha elegido para Deambulaciones el formato del diario personal?
-Es cierto que en la crítica de cine y en los estudios sobre cine, que es el ámbito del que yo procedo, no es lo más habitual. Sin embargo, la primera persona siempre ha sido una de mis tentaciones a la hora de escribir sobre cine. De hecho, tengo un libro anterior, En busca de Ulrich Seidl, dedicado a este director austríaco, que está escrito desde esta subjetividad absoluta. En aquel momento yo no conocía a este director, ni había visto ninguna de sus películas. A partir del encargo del libro, empecé a ver todas sus películas y a interesarme por él. Pues bien, este libro es el relato en primera persona de ese descubrimiento, y podría interpretarse como una especie de anuncio o de precedente de Deambulaciones.
-Parafraseando a Borges, Deambulaciones podría haberse titulado, algo así como Diario de un cinéfilo que está cansado…
–Deambulaciones fue concebido desde la primera página en primera persona por esa cuestión del cansancio con otras formas de escritura sobre cine, como por ejemplo la crítica convencional en revistas académicas. Este es un formato que me constriñe demasiado, que me limita, que me impide decir lo que me apetece. Lo cual no quiere decir que la crítica convencional de cine no me convenga para ciertos abordajes o para ciertas escrituras, y que me siga aprovechando de ella.
»Sin embargo, a mediados del año 2019, llega un momento que coincide con el final de curso, en el que me encuentro muy cansado de todas estas rutinas académicas, y empiezo a escribir con libertad, sin ningún destino ni finalidad, en fragmentos cortos, sobre las películas que veo, sobre mi experiencia del cine. Ahí empieza a madurar la idea de hacer un posible diario cinematográfico, con una cierta intervención en él de la vida cotidiana.
-¿Cómo fue el proceso de maduración de esta idea preliminar?
-Fue a partir de un encargo que iba a inaugurar una nueva colección sobre cine, en el que me dan libertad para escribir sobre cualquier tema y en cualquier formato. Entonces fue cuando me planteé si podía tirar del hilo de estos textos breves que había ido escribiendo durante los meses anteriores, de forma un tanto dispersa, y proporcionales el formato de un libro. Entonces, le planteo el proyecto al director de la colección. A su vez, este me dice que le pase algunos textos para examinarlos. Y a partir de ahí es cuando nace Deambulaciones como un proyecto definido de libro que va a tener el formato de un diario personal.
-El propio título de Deambulaciones remite al hecho de una extensa divagación, de dejar vagar el pensamiento por cauces autónomos e independientes…
-A pesar de ser un título elegido a posteriori, después de haberlo escrito, lo cierto es que la intención del libro era esa: el abandono de cualquier tipo de certeza como objetivo, el hecho de no proponerse llegar a ninguna conclusión, tesis o teoría, sino el vagabundear alrededor de algunas ideas. El narrador de este libro es una especie de espía que da vueltas alrededor de esos temas, que interacciona con ellos (de forma tímida, al principio; con más decisión, después) y que se acaba plasmando con la forma de un diario.
-¿Qué le proporciona este tipo de texto frente a otros géneros, digamos más conclusivos y objetivos, como el artículo o el ensayo: libertad, autenticidad, sinceridad, honestidad?
-Diría que libertad, sobre todo. La sinceridad y la honestidad me parecen conceptos más problemáticos. En la propia contraportada del libro aclaro que ese yo desde el que escribo no tiene por qué identificarse estrictamente con mi yo personal. Aunque estemos escribiendo desde la subjetividad, como ocurre en este caso, creo que inevitablemente adoptamos otra personalidad cuando escribimos. De ahí viene la tradición de los que escriben con otros nombres (los que utilizan heterónimos o pseudónimos), o incluso la tradición de los anónimos. Aunque yo no me atreva a tanto como en los casos mencionados anteriormente, hay que decir que el narrador de Deambulaciones no coincide exactamente conmigo.
-¿De ahí este punto de vista del narrador, situado entre la ficción (o la autoficción) y la realidad?
-Es que me parece imposible volcar el yo real en un yo literario. Siempre hay una distancia entre el yo que vivimos y el yo que escribe. Por eso me parece problemático hablar en este contexto de conceptos como honestidad o sinceridad. Otra cuestión es el de la libertad, incluida la de ser otro sin dejar de ser uno mismo, algo que no puedes hacer en los textos académicos, o en los textos para las revistas especializadas. Es sabido que los textos académicos arrasan cualquier indicio del yo, tanto el nuestro como el que podría ser un yo fingido.
»A partir de esa invención de un yo-otro, de un yo que al mismo tiempo es otro, este tipo de formato me permite adentrarme en el ámbito de la ficción. Creo que en el fondo hago ficción en Deambulaciones, incluso cuando interpreto o analizo películas. Hago lo que podría denominarse «crítica-ficción»: en ella no estoy analizando objetivamente una película, como de hecho suelo hacer en un texto académico, sino que hago ficciones que transcurren en paralelo a las ficciones de las películas de las que estoy hablando en ese momento. Esto me parece fundamental: se trata de un yo inventado, y una relación con el cine que me permite la elaboración de una cierta ficción.
-Ese narrador-cinéfilo que está cansado también se descubre a sí mismo como alguien que no puede evitar seguir hablando de cine, que se encuentra atrapado dentro del mundo del cine…
-Es el intento de huida de un lugar del que no puedes huir. Y digo «lugar» de una manera muy consciente, porque al principio del libro hablo del cine, no como una disciplina o como una de las ramas del arte, sino como un lugar que habitamos; o mejor dicho, que elegimos habitar. Es una de las connotaciones de la cinefilia como acompañamiento desde la infancia. Quizás sea el único arte que tiene este poder en la infancia. La lectura también lo tiene, pero no con esa fuerza hipnótica. El cine tiene la capacidad de llevarnos a lugares en los que no hemos estado nunca. Y, a partir de ahí, construir un lugar que podemos habitar cómodamente.
-¿Qué ocurrió para llegar al estado de ánimo del narrador de Deambulaciones, que muestra un hartazgo bastante evidente sobre el mundo del cine?
-Llega un momento en el que me siento incómodo en ese lugar, por las razones de las que hablábamos antes: por tener que escribir de una determinada manera, por ciertas costumbres que acaban convirtiéndose en rutinas… Entonces hay un momento en el que quiero salir de ese lugar, escapar de él, porque ya no me satisface aquello en lo que se está convirtiendo ese lugar, como determinados caminos que está tomando el negocio del cine (y del que tengo una parte activa, en tanto que crítico de cine). Como ya no me produce el deseo de seguir viviendo ahí, entonces me planteo en este libro la posibilidad de renovarlo, como quien hace reformas en casa.
»Así que, por un lado, está el deseo de escapar de un sitio que ya no me gusta, o que ya no me gusta tanto como antes; y, por otro lado, está esa imposibilidad de escapar de algo a lo que (en el fondo y de un modo inextricable) estás unido desde hace muchos años. Esa tensión entre huir y quedarse (pero haciendo reformas) es el nudo gordiano del libro.
-El estilo de la narración es muy cercano a la poesía, incluso cuando habla de películas. ¿Fue buscada desde el principio esa impronta poética o surgió de manera natural?
-Lo primero que hay que decir es que yo quería que el tono fuera distinto al que había utilizado anteriormente, que había llegado a ser un poco formulario. Por supuesto, uno sabía que el tono formulario tiene sentido cuando debe escribir un artículo para una revista académica o especializada. Algo parecido ocurría cuando tenía que escribir para una publicación más divulgativa e intentaba llegar a un público amplio. Podría decirse que tenía mis cajones de herramientas preparadas para tales efectos. Lo que pretendía con Deambulaciones era precisamente romper esos cajones para escribir algo más confidencial, más íntimo, más personal. La idea que subyace a esta pretensión es que ese lugar en el que se ha convertido el cine, después de tantos años ocupándome de él, es también íntimo y confidencial, y las conversaciones que surgen de esta relación deben tener las mismas características. Yo quería reproducir todo esto en la escritura, sobre todo en aquellos primeros textos, cuando todavía no tenía idea de que iban a convertirse en un libro. A pesar de que los textos están muy corregidos y reformulados, me queda la duda de saber si el tono de la escritura cambia una vez que ya sé que aquellos textos van a convertirse posteriormente en un libro.
»A propósito de esta reformulación y corrección final de los textos, que nunca se entregan a la editorial sin haberse retocado, decía antes que palabras como «honestidad» o «sinceridad», para referirse a la escritura, aunque sea una escritura íntima y confesional como la de un diario, quizás no sean las más adecuadas. Como en cualquier tipo de literatura, en el diario también hay algo de mascarada, de impostura, de mentira. Me gustaría pensar que algo de ese tono íntimo consigo mantenerlo incluso en las partes más analíticas, aquellas en las que interpreto películas, y que podrían contener más resabios de lo que ha sido mi labor como crítico durante tantos años. Incluso a estos pasajes de análisis cinematográfico he querido darles un aire más familiar, de enfrentamiento personal, de lucha cuerpo a cuerpo con las películas.
-Después de tantos años con el hábito de un cierto tipo de escritura, ¿cómo se consigue llegar a ese cambio de tono?
-Por supuesto que no se consigue desde la superioridad del que sabe que cuenta con los instrumentos necesarios para analizar las películas, como si estas fueran cadáveres dispuestos ante mí para que los diseccione. Se logra desde la perspectiva de un «cara a cara», de un «cuerpo a cuerpo», como ya he dicho, un pelearme con las películas en su mismo terreno… Hay que decir que la mayoría de las películas de las que hablo en el libro las volví a ver durante el confinamiento, en una soledad más intensa de lo habitual y, por tanto, esa lucha fue también más personal de lo habitual. No sé si es un poco exagerado calificarlo como un nuevo lenguaje, pero en mi caso se trata de una nueva forma de hablar de lo mismo.
-Ha aludido al confinamiento provocado por la crisis de la pandemia. De repente llega la declaración del estado de alarma el 13 de marzo de 2020 y la vida cambia para todos de manera radical e irreversible. ¿Cómo afectó la llegada de la pandemia a la escritura del libro?
-Afectó de forma significativa, porque lo que al principio era un diario de mi relación con el cine, esa crisis personal respecto a ciertas formas de escritura cinematográfica, de repente se suma a una crisis global. Más que la pandemia, lo que me afecta es el confinamiento general: el hecho de estar todos encerrados en casa. En mi caso, con el juguete del cine como única compañía. Es evidente que afecta, porque me hace profundizar en mis primeras intenciones, pero no hasta el punto de hablar exclusivamente de la pandemia o del confinamiento.
»En ese sentido, es importante aclarar que no es exclusivamente un diario del confinamiento ni de la pandemia. El proyecto inicial (hablar del cine, pero de otra manera a como lo había hecho anteriormente) se mantiene a pesar de la pandemia, e incluso podría decirse que lo favoreció en buena medida, como el hecho de pasar muchas horas (necesariamente) en casa, o el no tener la obligación de desplazarme para dar clase (aunque las tenga que impartir online), o la cancelación de viajes y de otras actividades exteriores. En ese contexto, ver cine y escribir sobre cine se convirtió en una de las actividades principales del día. Aunque parezca un contrasentido con respecto a la trágica situación que estábamos viviendo, desde el punto de vista de la escritura del libro, podría decirse que la llegada del confinamiento casi se convirtió en un regalo, porque me brindó las circunstancias adecuadas para materializarlo.
-Este período apartado temporalmente de la vida pública, ¿le ayudó a dar sentido al sinsentido de lo que ocurría en el exterior, a ordenar los propios pensamientos?
-Diría que más bien me ayudó a desordenar los pensamientos [risas], porque quizás los tenía demasiado ordenados. Aunque lo afirmo sin exagerar la importancia que este libro pueda haber tenido en mi forma de escribir. De hecho, ahora mismo estoy escribiendo sobre cine a la manera habitual, por decirlo de alguna forma, antes de la aparición de Deambulaciones. Tampoco diré que fue un mero experimento que no haya tenido alguna repercusión posterior en mi forma de escribir. Si tuvo algún valor o alguna ventaja la escritura de este libro, fue ayudarme a desordenar, a prescindir de metas y de objetivos, de modelos y de estructuras, de enfoques y de métodos, y a enfrentarme a pecho descubierto, desnudo y virgen (todo lo desnudo y virgen que fuese posible), al análisis de las películas. Se trata de ir a las imágenes en sí mismas, que es lo que me sigue pareciendo lo esencial del cine, al margen de otro tipo de acontecimientos o de intereses alrededor del mundo del cine, ya sea la industria o la actualidad.
»Por ejemplo, algo que el confinamiento me ayudó a ver de otra manera fue el propio concepto de actualidad, tener que ceñirme al presente, el hecho de que casi siempre me pidiesen textos sobre películas que acababan de estrenarse, cuando a lo mejor yo tenía ganas de escribir sobre una película de los años treinta. En Deambulaciones me libero de todas esas imposiciones exteriores. No cabe duda de que el confinamiento me ayudó también a liberarme de todo eso porque desapareció el propio concepto de actualidad: no se estrenaba ninguna película, no había nada que ir a ver al cine, ni siquiera existía la posibilidad de ir a verla porque los cines estaban cerrados. También es cierto que empezó a imponerse una nueva actualidad cinematográfica, sobre todo a través de la expansión de las plataformas, pero en aquel momento pude deshacerme del antiguo concepto de actualidad y ensayar un modelo de actualidad más personal, libre y subjetivo, más cercano a mi forma de entender el cine. Una subjetividad que se siente libre de atravesar diferentes épocas y estilos, sin ceñirme a nada en concreto. En definitiva, una forma de caminar transversalmente por la crítica y por la historia del cine.
-Ha mencionado de pasada el decisivo papel que han jugado las plataformas en este nuevo orden mundial, y nos gustaría profundizar en esta cuestión. ¿Cómo cree que va a afectar este auge de las plataformas a la forma de ver el cine, a los hábitos de consumo o al propio mundo del cine?
-Antes de nada, me gustaría decir que estamos en un momento confuso, de transición, y que todavía es muy pronto para poder sacar conclusiones definitivas sobre este tema. Lo que sí podemos decir es que ya estábamos inmersos en un proceso de transformación que la pandemia aceleró de forma exagerada. Lo que también se puede afirmar, con una expresión que se está utilizando mucho en estos momentos pero que a mí no me gusta demasiado, es que las plataformas han venido para quedarse, que van a desempeñar en el futuro un papel fundamental en la industria del cine.
»Ahora, que empieza a recuperarse la actividad en los cines, vemos cómo en los medios especializados se mezclan las reseñas de los estrenos en salas y las de los estrenos en plataformas. Esto era algo que antes de la llegada de la pandemia ya se estaba haciendo, pero de forma tímida. Con la pandemia este hábito se ha instaurado de un modo definitivo. Creo que a partir de ahora serán tan importantes los estrenos en cine como los que se hagan en plataformas. Solo hay pensar en los casos de El irlandés de Scorsese, o Roma de Cuarón. Ahora bien, preguntas del tipo «¿cuánto va a durar este modelo mixto de convivencia entre plataformas y salas?», «¿se va a dedicar el cine en salas exclusivamente solo para determinados eventos como, por ejemplo, estrenos de grandes películas comerciales?», son difíciles de responder de forma categórica.
-Como usted mismo ha sugerido, parece que avanzamos hacia un modelo mixto, en el que el estreno del cine comercial se reserva para las salas de cine, y el estreno del cine de autor para las plataformas digitales…
-Lo más importante de todo esto es que las formas de ver el cine están cambiando, incluida la forma en la que se van a rodar las próximas películas. Todavía es algo incipiente, muy confuso, difícil de predecir, pero ya está ahí.
-Se diría que en algunos fragmentos de Deambulaciones transmite un cierto pesimismo o una mirada desesperanzada debido a todos estos cambios que está atravesando la industria del cine, y que se suma a la de otros analistas de cine…
-Es cierto. En algunos pasajes me muestro pesimista por la desaparición de un cierto concepto del cine. Podríamos hablar de una cierta melancolía por la desaparición del cine en el que me he educado. Admito que existe una cierta deriva del cine que no me interesa en absoluto. Pero también creo que vivimos una época apasionante, precisamente debido a las expectativas generadas por todas estas transformaciones.
-El libro contiene algunos párrafos muy significativos sobre la naturaleza del cine (frente a otras artes) o sobre la importancia del cine en la cultura, siempre desde un punto de vista muy personal. ¿Cómo resumiría la influencia del cine para el narrador del libro?
-Ufffff [risas]. Ni yo mismo lo tengo muy claro a estas alturas. Creo que necesitaría otro libro para responder a esta pregunta [risas]. Antes aludíamos a algunos de estos aspectos. Cabría definirla como una especie de paradoja: es una cárcel y una liberación al mismo tiempo. Una liberación, porque el cine te libera de la cotidianidad, del tedio, de la repetición, como le ha ocurrido a muchos otros cinéfilos. Los que amamos el cine desde la infancia sabemos bien de lo que estamos hablando. El cine se convierte no solo en un sitio para evadirte de los problemas, sino en un lugar en el que habitar. En este sentido, el cine es una especie de revolución en la que imaginamos otro mundo posible.
»La imaginación y las imágenes del cine son dos conceptos muy relacionados entre sí. Las imágenes en movimiento del cine consiguen dar la impresión de otro mundo posible, algo que no llega a conseguir la literatura (al menos, no lo consigue del mismo modo que el cine). La inmersión en una novela no es del mismo tipo que la inmersión que se consigue a través del cine. Las imágenes en movimiento del cine permiten una identificación inmediata con el espectador que no consigue la literatura.
-Ese es el momento de «liberación». ¿Y el momento de «cárcel»?
-Se produce cuando algunos de nosotros, que hemos convertido todo eso en nuestro oficio, nos vemos obligados a ciertas rutinas que son empobrecedoras. De la liberación pasamos a la cárcel. Es justo en ese momento en que llega Deambulaciones, para cerrar el círculo y tratar de abrir de nuevo otros modos de liberación.
-Puesto que la escritura del libro ha sido un proceso personal tan liberador, ¿podría anticiparnos si habrá continuación de Deambulaciones? -Todavía no sé si de una manera explícita, algo así como una segunda parte de Deambulaciones, pero sí me gustaría seguir por esa senda: que mi escritura sobre cine siguiera ese camino de espontaneidad y de libertad, aunque no tenga que tomar necesariamente la forma de un diario. En ese nuevo proyecto me gustaría que estuviese de nuevo la primera persona del narrador, así como el enfrentamiento cuerpo a cuerpo con las películas. Cada vez más, me seduce la idea de abandonar las jergas, el lenguaje específico de una cierta crítica de cine. Esta limitación me constriñe demasiado, me atrapa y me limita. Trataría de hablar de cine prescindiendo de la manera habitual con la que los profesionales de este medio nos referimos a él. Volver a conectar con ese lugar interior y continuar mi conversación con el cine.
Fotografía del libro: © Rubén García-Castro
Dice no tener certezas, pero que habla desde el yo, desde la subjetividad, eso no lo cuestiona. También nos venden esta deriva hacia el sujeto como una novedad y la crítica impresionista, que consiste en hablar de uno mismo más que de la película, es tan vieja como el cine.