Entrevistamos a Brendan Riley, sobre sus traducciones de Luis Goytisolo, Juan Filloy o Álvaro Enrigue. La recepción de la literatura extranjera en USA y el mismo oficio.
¿Cómo llegaste al mundo de la traducción?
Empecé hace treinta años, primero en la universidad cuando tuve que demostrar mi competencia con un segundo idioma para mi master; una de las opciones era realizar una prueba de traducción del español al inglés; salió bien. Después, en Barcelona, una amiga holandesa tenía un amigo que llevaba un negocio freelance de traducciones y me contrató para traducir al inglés un catalogo de artefactos para la Exposición Universal de Sevilla de 1992; lo hice, y bastante bien, pero cometí el típico error bobo de traducir el Rio de la Plata como Silver River en vez del correcto River Plate; pero gané bastante dinero de una forma rápida. Con mi regreso a California, ya dando clases en español, tenía ganas de ampliar mi desarrollo profesional y así poder subir mis ingresos. El caso es que encontré un programa académico, ahora tristemente difunto, en la Universidad de California, Berkeley, sobre traducción. Duró dos años. Mi proyecto final fue traducir una novela del español escrito por Juan Velasco Moreno, un profesor madrileño que trabaja en California. La novela se llama Enamorado y es un tratamiento romántico de la leyenda del príncipe Bodhidharma. También traduje dos libros más de él—un estudio académico sobre la cultura chicana que se llama Fronteras móviles y un libro de poemas, La masacre de los soñadores que fue publicado en Madrid en version bilingüe por Editorial Polibea en la series Los conjurados. Mientras me hice miembro de la Asociación de Traductores Americanos (ATA) y después de varios años tuve el coraje necesario presentarme a su examen de certificación profesional; lo aprobé a la segunda vez (es un buen rompecabezas, no demasiado fácil); también me adjunté con ALTA (American Literary Translators Association). En un congreso suyo, en Pasadena, California, en 2009, me enteré de Dalkey Archive Press y un programa que iniciaban con la universidad de Illinois en La Traducción Literaria Práctica; me adjunté y pasé seis meses escribiendo reseñas de libros en español para Dalkey, pera ver si eran apropiados para su publicación; uno de ellos, Hipotermia, del escritor mexicano Álvaro Enrigue pasó a ser mi primera traducción para Dalkey. Ese año, también leí libros de Álvaro Pombo, Rodrigo Rey Rosa, y Julián Ríos; la novela Puente de Alma por Ríos, me gustó muchísimo y todavía tengo ganas de traducirlo.
Tu obra destaca por traducir tanto escritores ultraconsagrados (pero ya clásicos) con otros emergentes. ¿Cómo realizas esa selección?
La selección ha sido fortuita, una cosa llevaba a la otra. Después de traducir Hipotermia, un editor me preguntó si tenía interés en un echarle un vistazo a un libro de Carlos Fuentes. Claro. Esto fue La gran novela latinoamericana, el último libro suyo que se publicó antes de su fallecimiento. Tenía ilusión de comunicarle con él de alguna manera pero nunca tuve ocasión. Después me ofrecieron la oportunidad de traucir una novela de Juan Filloy, el enigmático autor argentino que escribió docenas de novelas, todas con títulos que contienen exactamente siete letras, excepto, claro, su novela Los Ochoa. La novela de Filloy que pude traducir fue Caterva, Julio Cortázar la menciona y alaba en Rayuela. Cuando Anagrama sacó su inmensa edición de Antagonía de Luis Goytisolo, , me propuse a Dalkey parar traducirla y lo aceptaron. Otras selecciones que he traducido, como Lo que me dijo Joan Didion por el autor venezolano Pedro plaza Salvati me han llegado por recomendación de otros. Así la perpetua importancia de los contactos. A veces, como en el caso de Amanecer en el sudeste asiático por Carmen Grau, una escritora de Barcelona que vive en Australia, la autora me encontró a través de mi perfil en ATA. Como tantas otras cosas, eso tha sido una mezcla de conexiones personales y mas que una pizca de suerte. En algunos casos, como con Fernando Aramburu o Juan Gómez Bárcena, me he puesto en contacto con el autor y generosamente me han dado permiso para traducir un cuento suyo.
¿Cómo es la recepción de las traducciones en USA?
Es muy variable. Por lo general las traducciones ocupan solamente un 3% del mercado de los libros publicados aquí (una cifra de que se habla mucho los traductores); los mega-editoriales más dominantes aquí son el Big Five: (Penguin/Random House; Hachette Book Group; Harper Collins; Simon and Schuster; Macmillan). Controlan un mercado super competitivo y cada gran editorial es una sombrilla sobre muchísimas más marcas o imprentas más pequeñas y la meta siempre es vender, claro. Lo que se vende depende de la cuestión económica, y así, claro, son reacios al riesgo, y como la sociedad estadounidense, como se sabe perfectamente, lamentablemente es xenófoba; no hay gran mercado para las traducciones. Sí que hay unas revistas dedicadas al entorno como World Literature Today y Latin American Literature Today.
La lista de traductores serios que han publicado algo en Latin American Literature Today es larga; pero este país es grande, y como toda la santa raza humana, cada vez más pegado a la pantalla y así se les viene el mundo; pocos buscan tiempo para leer en serio, y menos todavía quieren explorar el mundo a través de un libro escrito en Mozambique o China o Israel o España. Pero, a la vez hay un mundo pequeño pero vivaz de editoriales independientes dedicadas a la literatura internacional y emergente; algunas de los mejores ahora son Open Letter Books en Rochester, New York, Graywolf Press y Coffee House Press en Minneapolis, Two Lines Press en San Francisco, Phoneme Media en Los Ángeles y Deep Vellum Publishing en Dallas. Y, para dar otro ejemplo, hace cinco minutos pude leer en WordPress un artículo sobre el escritor argentino Daniel Moyano y la única novela suya jamás traducida al inglés (El trino del diablo, traducido por Giovanni Pontiero como The Devil’s Trill). Es un nicho emergente aquí, pero cada vez creciendo más. El mundo ahora se ve más internacional, la población de color aquí levanta la voz más y cada vez hay más interés en lo extranjero, creo. California, donde yo vivo, ahora cuenta con más de 15 millones de personas que se declaran hispanos o latinos, 40% de la población del estado. El interés en leer cosas o traducidas del español o en español no parar de subir. Este mes de julio estoy participando en un taller dado por la Los Angeles Review of Books, con más de cincuenta joven escritores, editores y muchos de ellos tienen un interés serio en la traducción.
Mis traducciones han recibido buenas críticas; pero de copias vendidas, pocas. Y esto es algo que entiendo del mundo editorial, que un bestseller, incluso una traducción puede ser popular sin vender como churros. Mi esposa es barcelonesa y cuando vamos a una librería convencional ella lo encuentra difícil para encontrar libros en español o traducidos del español que no sean por Isabel Allende o Gabriel García Márquez. Digamos que Cortázar y Borges resultan más o menos exóticos aquí; si alguien ha leído a Neruda o Lorca probablemente fue en la universidad. Pude encontrar el verano pasado una vieja traducción de El reino de este mundo por Alejo Carpentier en una librería de segunda mano pero normalmente no te vas a encontrar Carpentier en ninguna librería comercial. Los grandes periódicos sí reseñan notables libros en traducción, y de vez en cuando alguno cosecha mucho éxito—hace doce años la traducción del 2666 de Roberto Bolaño recibía mucha prensa, hablaban de “Bolañomania.” De Arturo Pérez Reverte se ven algunos de sus libros en traducción, y Carlos Ruíz Zafón ha triunfado mucho con La sombra del viento; una novela de género con mucho gancho. Recientemente la autora mexicana Valeria Luiselli recibió mucha atención por su libro La historia de mis dientes en la traducción por Christina McSweeny pero con su última novela, Lost Children Archive (muy bien reseñado), Luiselli la escribió en inglés y para la versión mexicana la tradujo ella con Daniel Saldaña; las razones porque son múltiples e interesantes. Dicen que Fuentes escribo sus libros en español con un estilo que él sabía iba a ser accesible a los múltiples traductores que tendrían que tratar con sus palabras; y mucho es el balance final; cuesta más y es más complicado comprar, traducir, publicar un libro del español o italiano o catalán o portugués ni hablar de idiomas menos conocidos como el swahili o el ughyar porque una buen editorial también ha de tener un editor que pueda comprobar la traducción; la editorial que cuenta con sólo el traductor corre un riesgo; aunque los buenos traductores se hacen nombre porque sus traducciones se leen por sus colegas en la profesión y así se verifican su calidad. Es una cuestión complicada.
¿Cuál es el reto más difícil al que te has enfrentado como traductor?
Son dos. Primero, traduciendo Juan Filloy; el español argentino de Caterva puede resultar difícil entender, y con trocitos del francés, el italiano, el alemán, el lunfardo, y el cocoliche, cuenta con una retórica muy variado: acrónimos, artículos de prensa, sintaxis quiasmático, cifras, catalogo épico, monografía entomológica, elogios, inscripciones de tumbas, etiquetas industriales, recetas analfabetas, cartas íntimas, títulos de prensa, parables, parodia, lírica pastoral, juego de palabras, palabras portmanteau, y flujo de conciencia. Además, me tuve que comprar un diccionario del español argentino y otro del lunfardo. Mucha faena para traducir la novela pero muy interesante; me daba mucha satisfacción al terminarla, y aprendí mucho. Me gustaría traducir otra de Filloy; escribió más de cincuenta y sólo dos han sido traducidos al inglés. Y después, Luis Goytisolo. Como notó Mario Vargas Llosa, Antagonía puede ser muy difícilde seguir porque en cualquier momento la marca de referencia puede pivotar desde un sujeto a otro sin significante claro; muchísimas son las frases que comprenden centenares de palabras seguidas, y con un sintaxis rebuscado, estrambótico, u octopódico. Pero es una obra fenomenal, genial que hace mucha gracia. Me quedé convencido que tenía que traducirlo porque cuando leía sus descripciones de Barcelona, de los protagonistas de tapeo o copas en la calle Escudellers, me fue imprescindible, supe que tenía que traducirlo. En la primera parte de Antagonía, un sólo párrafo muy denso sigue durante 22 páginas, detallando la historia de Barcelona desde los tiempos antiguos hasta los momentos modernos, a través de una visita al museo de la ciudad por dos comunistas que se han de comunicar clandestinamente. Yo viví dos años en Barcelona y he callejeado miles de kilómetros por Barcelona por todas partes y a todas horas en todas condiciones y éstas páginas me dieron la sensación de que estaba ahí de nuevo, me transportan a un mundo familiar.
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