Cuando mi hermano me pasó este libro, lo miré con suspicacia. A mi hermano, no al libro. “No es mi rollo”, le dije. No es una novela. Tampoco un ensayo. Es una colección de relatos periodísticos de un autor para mi desconocido. “La Guerra Civil, otra vez”, pensé, resoplando. Apenas unos días después, rectifiqué, ¿no dicen que es de sabios? La prosa de aquel tipo me envolvió. Sus historias me conmovieron y la riqueza de su lenguaje me cautivó. Claro que un pacifista había encontrado a otra, tierra abonada.
Manuel Chaves Nogales (1897-1944), periodista precoz, se traslada de su Sevilla natal a Madrid, donde lo pilla el estallido de la Guerra Civil. Allí se queda, fiel a la República, hasta que el gobierno se va. Entonces él se exilia con su familia en Francia. “Ganaba mi pan y mi libertad con una relativa holgura confeccionando periódicos y escribiendo artículos, reportajes y biografías, cuentos y novelas, con los que me hacía la ilusión de avivar el espíritu de mis compatriotas y suscitar en ellos el interés por los grandes temas de nuestro tiempo”. Ambicioso, el autor, en el prólogo de A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, datado entre enero y mayo de 1937.
Una obra escrita en el exilio, de forma muy rápida, en la que Manuel Chaves denuncia las atrocidades cometidas por ambos bandos, con una lucidez adelantada a su tiempo y gran valentía. Se atreve, en aquel momento, a no escoger bando. Hace crónicas de la guerra neutrales, pero subjetivas. Al leerlas, sientes el aborrecimiento que aquel conflicto que destruye a su país le provoca.
Por sus páginas pasan fascistas y milicianos, bajo los bombardeos de Madrid; marqueses en una cacería humana en el campo andaluz; desertores convertidos en justicieros de pacotilla; cobardes tapando sus faltas con sangre; valientes muriendo en un parpadeo, llevándose a la tumba el secreto de un tesoro escondido. Un padre que pierde a sus hijos entre los escombros de Guernica y una monja que auxilia a un rojo blasfemo en su último estertor. Mientras lees, tiendes a pensar que es ficción. Y luego te das cuenta de que ningún autor mataría a sus personajes con tanta saña (Juego de Tronos es posterior). Los que transitan estas páginas han de ser reales.
Once novelas cortas escritas durante el primer año de la guerra, ya en París. Desde allí, Chaves difunde un Manifiesto por la paz: “queremos la paz porque la ruina económica a que la guerra ha reducido a un país próspero y rico, a un país que, salvo alguna que otra sombra en su cuadro, era de los más felices de la tierra, es tan grande, que el aumentarla es mucho más grave que el peor de los inconvenientes que de una paz inmediata puedan desprenderse según el sentir de uno u otro…”
La guerra duraría aún unos años más y sus consecuencias rebasaron las peores previsiones de Chaves Nogales. Las de cualquiera. No está de más recordarlo y, quizá, recuperar la perspectiva.
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