El pasado no ha muerto, ¡ni siquiera es pasado!
Vigdis Hjorth, (Oslo, 1959), ataca de nuevo. Tras la deslumbrante “La herencia”( Nórdica, 2016), Miss Hjorth nos envía otro puñetazo al estómago en forma de novela: “¿Ha muerto mamá?” (Nórdica, 2022), su última pieza traducida al castellano, que empieza con una máxima que bien podría recordarnos a “L’étranger” de Albert Camus: “Si nuestra madre hubiera muerto, ella me habría informado. Tiene obligación de hacerlo”.
Johanna es una pintora que abandonó a su marido y familia para perseguir su pulsión artística y a su profesor de acuarela. El resultado de esta decisión fueron un supuesto escándalo local y treinta años de residencia en Utah, en completo aislamiento de su vida precedente en Oslo. Durante este destierro, su padre muere y Johanna no asiste al funeral. Su rama noruega tampoco conoce a su nuevo marido e hijo. La fractura entre ambos lados del océano se ve incrementada tras cada episodio existencial de la familia.
Una vez muertos padre y marido, con el hijo emancipado ya, Johanna vuelve a su ciudad natal con motivo de una exposición retrospectiva de su obra pictórica. De ese retorno nace el impulso de saber más de su madre. Conocer el presente, pero también impulsar la asunción del pasado en común.
A partir de ahí, un narrador en primera persona, flagelador y autoirónico hace avanzar la novela de manera circular, en un continuo rumiar y repetición de escenas, carentes de diálogos, a cada cual más obsesiva, y de escenarios, que son básicamente una cabaña en el bosque, un coche y una calle, en donde Johanna espía e imagina la vida presente y pasada de su madre, e insiste en encontrarse con ella, a pesar de que tanto madre como hermana le han hecho saber su nula intención de mantener ese contacto.
Como en su libro precedente, Vigdis no tiene miedo a nadar por donde cubre, las relaciones familiares, en este caso, con su enorme carga de incomprensión entre madres e hijas pues, una vez más, cada parte recuerda el pasado de una manera diferente.
“Pero el pasado no ha muerto, ¡ni siquiera es pasado! Eso es lo que creen los personajes de Ibsen, que pueden dejar atrás su pasado, pero luego resulta una y otra vez que no es posible.”
Si Bergljot, la protagonista de “La herencia” revive escenas de abusos paternos, como consecuencia de una disputa familiar por el patrimonio a heredar, Johanna reconstruirá su infancia y juventud al lado de una madre fría y caprichosa, siempre al servicio del fallecido marido, más allá incluso de su muerte y temerosa de la reacción social a los sucesivos escándalos sociales que intuye en las actitudes y las obras pictóricas de su hija.
Párrafo a párrafo, pincelada a pincelada, Johanna produce una sucesión de evocaciones nostálgicas de una madre que, en realidad, ya no conoce, y de la cuál posee apenas una imagen parada en el tiempo. En su imaginación, madre y hermana dedican la jornada a pensar en ella, siempre en negativo, y en planear cómo esquivar su presencia en la ciudad.
“El tema es demasiado grande, podría dañar mi cordura.”
Los vaivenes emocionales de la narradora hacen que pase de la empatía hacia el origen del padecimiento de la madre y la sensación de culpabilidad de la hija desagradecida, a la culpabilización de la progenitora que ha roto con la ley natural: querer a sus vástagos por encima de cualquier cosa. La madre de la protagonista ha cometido el peor pecado posible: priorizar al padre por encima de las crías.
Sin pretenderlo, la novela no tarda en convencernos de que ningún niño sobrevive a no sentirse amado por sus padres, y que ese peso se carga y se traspasa a las generaciones posteriores, a no ser que alguien ponga freno al proceso y sea capaz de generar un relato que ambas partes puedan asumir. Nada de eso llega a producirse tras más de trescientas páginas de ofuscación, bilis, incomprensión, alces que pierden cornamentas y madres que esconden cicatrices en muñecas sesgadas con cuchillas de afeitar.
“Mi madre está muerta dentro de mí, pero a veces se mueve”.
De nuevo como en la “La herencia”, el interés de Hjorth por Ibsen y los clásicos del psicoanálisis se traspasa a la página y nos lo hace pagar. Si usted, querido lector, es uno de esos que cree que Escandinavia es básicamente un paisaje idílico que instagramear, Miss Horth está aquí para abrirle los ojos, una vez más. Si usted, querida lectora, vive convencida de que el vínculo madre-hija es un universo de complicidad y comprensión mutua sin aristas, Miss Horth llegó para despertarle a la realidad y asegurarse que las espinas de las rosas ensangrienten sus manos.
“Si quita usted la mentira vital a un hombre vulgar, le quita al mismo tiempo la felicidad”, nos dice Ibsen, en “El pato salvaje”. Dag Solstad escribió una magnífica novela obsesionado por esta obra, “Pudor y dignidad”(Lengua de Trapo). Vigdis Hjorth nos confirma que el mensaje sigue vigente y que las formas de abordarlo son infinitas.
“¿Ha muerto mamá?” es la última de estas formas, pero a buen seguro, Miss Hjorth producirá algunas más.
¿Ha muerto mamá?
Traducción de: Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo
Nórdica libros
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