Hemos leído “Una familia moderna”, la segunda novela de Helga Flatland (Flatdal, 1984), traducida por Ana Flecha Marco y publicada en Nórdica Libros.
La premisa inicial que desencadena el conflicto del libro es muy sencilla: dos septuagenarios noruegos anuncian su separación después de cuarenta años de matrimonio. El escenario en el que se produce este anuncio es la celebración del cumpleaños del padre, en una villa en las afueras de Roma, con toda la familia reunida en torno a la mesa.
A cualquier lector aficionado a la literatura y el cine nórdico, este planteamiento le traslada a “La celebración (Festen)”, la película de Thomas Vinterberg, icono del Movimiento Dogma, o “La herencia”, de Vigdis Hjörth, también publicada en Nórdica y reseñada en este medio previamente, pero Flatland tiene la habilidad de encaminar su historia en una dirección muy diferente.
En “Una familia moderna” no contemplamos a niños abusados, ni disputas materiales por las herencias paternas. La autora noruega se sirve de la frialdad, una prosa contenida y una estructura polifónica para mostrarnos como la separación de los padres va a afectar a los sentimientos más profundos y cuestionar las creencias más firmes de los tres hijos de la pareja, Liv, Ellen y Håkon, que sufren una auténtica crisis de identidad como consecuencia del divorcio de sus progenitores. Cada uno de ellos representa un arquetipo de joven profesional urbano. Nuestro primo, nuestra hermana, nuestra amiga, nuestro cuñado. Escoja el lector la ciudad que prefiera.
Liv, la primogénita, tiranizada por sus propios paradigmas, se ve golpeada en su visión más estática y conservadora de la unidad familiar. El divorcio de sus padres le afecta tanto que apunto está de provocar su propia separación. Ellen, la mediana, abrumada por sus propias inseguridades, representa a la mujer que ha dado prioridad a su carrera profesional y a la que la biología le niega el deseo de ser madre. Håkon, el pequeño de treinta años, que ha absorbido y deglutido todas las teorías modernas sobre las relaciones libres, ve finalmente sobrepasadas sus alergias a las instituciones pretéritas por algo tan obvio como el amor.
Todos ellos fracasan en su incapacidad de asumir la humanidad, inevitablemente fallida, de sus padres, así como para aceptar la evolución de las necesidades de los mismos.
Aunque la novela transcurre, básicamente, en interiores de piso de clase media noruegos, las conversaciones y reflexiones podrían darse en cualquiera de nuestros apartamentos. Y es ahí donde el planteamiento de Flatland amenaza con descarrilar, por su excesivo afán completista de todas las dinámicas en las que nos enredamos los seres humanos en relación con nuestros próximos y por su empeño en incluirlas todas como reflejo de la familia contemporánea. Y en cambio triunfa, por su sobriedad, algunas pizcas de humor y mucha proximidad y empatía hacia las debilidades de sus protagonistas.
La diferente interpretación de las expectativas, de la historia común de cada uno de los hijos, las contradicciones personales con las que gestionan el paso del tiempo, el inevitable conflicto generacional en la evolución de la concepción del amor y las obligaciones familiares, y cómo esa microestructura contiene un reflejo macro, es el auténtico activo de esta novela, y es el poso que intuyo que Flatland desea que permanezca en nosotros cuando demos por finalizada la lectura de su libro.
Una vez más, como sus predecesores Solstad, Askildsen o Hjörth, Flatland nos muestra las dinámicas familiares subterráneas como un territorio minado, en el que sus componentes perderán parte de sus ambiciones y seguridades iniciáticas, en un trayecto hacia la madurez y la conexión con el otro, que tantas veces se antoja imposible.
Una familia moderna
Helga Flatland
Traducido por: Ana Flecha Marco
Nórdica Libros
ISBN: 978-84-10200-36-4
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