Uno de los problemas de la series distópicas de los últimos tiempos (con Black Mirror a la cabeza) es que el tiempo discurre tan fugaz que los presuntos avances o hipérboles que tales series presentan se ven engullidos por la realidad contemporánea. Es decir, sus presagios devienen cotidianos, se convierten en crónicas costumbristas. Su consabida función como augures de lo que vendrá se queda en crítica -normalmente con moralina- de lo actual. Caricaturizando: son más Galdós que Bradbury. Por eso debemos agradecer la inteligencia y audacia de Psicojuego de la escritora argentino-barcelonesa Verónica Nieto. La novela sostiene una visión ética (sin moraleja) sobre las consecuencias de delegar en interfaces digitales nuestras relaciones emocionales y sexuales.
La novela de Nieto es un thriller futurista y psicológico, pero no a la manera de que solemos conocer estas etiquetas, sino con una profundidad, imaginación y lirismo tan extraordinario que parece inaugurar su propio género. Originalísima mezcla de psicoanálisis y software, sueño y realidad, pornografía dislocada y ternura.
El libro utiliza la polifonía para ir armando el relato de la muerte de una jugadora que ha muerto jugando (no sé si el verbo aquí sería el adecuado) a un videojuego que permite explorar las relaciones personales en la realidad virtual. Se suceden los testimonios de diferentes tipos de narradores y especialistas. El resultado es un caleidoscopio en movimiento que trata de dar con el dibujo definitivo, una suerte de Ciudadano Kane en busca del secreto o clave que permita completar el sentido de la desaparición, las trampas que tiende la industria sobre nuestro deseo y fantasías.
La trayectoria de Nieto me recuerda a esos directores de cine (a lo Neil Jordan o Steven Soderberg) que eligen determinadas herramientas técnicas y estilísticas según la obra que abordan. Así, comparte la tesis del camaleón, la autoría consiste en disolverse en lo explicado, tomar los colores para desaparecer y que brille la obra.
En definitiva, una novela perturbadora en su planteamiento, paródica y profunda al mismo tiempo, realizada con pericia y espíritu lúdico, de feroz poder metafórico, que arroja algo de luz (digital) sobre la oscuridad de nuestro inconsciente.
Epílogo sobre el contexto editorial
Entre la mayoría de lectores que conozco existe cierto consenso acerca de que la vida del autor no debe influirnos en la valoración de su obra. No pasa lo mismo respecto a los desmanes de las editoriales. En los últimos años Malpaso ha sido ejemplo de mala praxis. Dejando sin pagar a múltiples autores y traductores. Nos cuentan -ojalá sea cierto- que se están poniendo al día. En cualquier caso, optamos aquí por el mismo criterio. No estamos dispuestos a que el contexto editorial (ya influye demasiado en la recepción de la obra) nos nuble la vista ante novelas interesantes como las que nos ocupa.
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