Scholastique Mukasonga. Editorial Minúscula. 232 páginas. Febrero de 2024.
«No hay mejor liceo que el liceo Nuestra Señora del Nilo. Tampoco lo hay más alto. A dos mil quinientos metros, anuncian orgullosamente los profesores blancos. Dos mil cuatrocientos noventa y tres, corrige sor Lydwine, la profesora de geografía.»
Así da comienzo Nuestra Señora del Nilo de la escritora ruandesa Scholastique Mukasonga. El liceo que da nombre a la novela, situado en las montañas de Ruanda y cercano a la fuente del Nilo, es un establecimiento exclusivo que eligen las familias más influyentes del país para la educación de sus hijas, unas alumnas destinadas a matrimonios de interés político. El internado es de difícil acceso y se construyó para las alumnas «bien alto, bien lejos, para apartarlas, para protegerlas del mal, de las tentaciones de la gran ciudad.»
El argumento de Nuestra Señora del Nilo podría evocar las tramas de otros internados femeninos y literarios, como el que crea Muriel Spark para la manipuladora Miss Jean Brodie en el Edimburgo de los años treinta, o el más amable Malory Towers, creado por Enid Blyton. Sin embargo, la obra de Mukasonga nos transporta a una narrativa completamente distinta: la que construye una parábola sobre la Ruanda ya fracturada de los años setenta en la que se perciben las tensiones étnicas que desembocarán en el genocidio tutsi en 1994.
Criada en Ruanda, Scholastique Mukasonga se vio obligada a huir al exilio en 1973 —primero refugiándose en la vecina Burundi y más tarde estableciéndose en Francia— para escapar de una ola previa de persecución dirigida contra la minoría tutsi en su país. Nos impacta conocer que durante el genocidio de 1994, sufrió la pérdida de 37 miembros de su familia. Es por esa razón, cuenta la autora, que sus dos primeros libros, Inyenzi ou les Cafards (2006), escrito tras su primera visita de regreso a Ruanda, y La Femme aux pieds nus (2008, galardonado con el premio Seligmann contra el racismo y la intolerancia) son autobiográficos. Fue con su tercer libro, una colección de relatos cortos, L’Iguifou, cuando se aventuró en la ficción. «El siguiente libro, Notre-Dame du Nil, me consagró como novelista de pleno derecho al ganar el premio Renaudot. Es cierto que la novela me permitió, al distanciarme de mi historia personal, utilizar la ficción para abordar temas como la historia de Ruanda y sus falsificaciones, la condición de la mujer y el choque entre las tradiciones religiosas tradicionales y la importación del cristianismo en todas sus formas.»
Scholastique Mukasonga es la autora ruandesa en francés más traducida del mundo, a una treintena de idiomas. Además de las obras citadas en el fragmento anterior, también ha publicado la recopilación de relatos Ce que murmurent les collines (2015, premio Société des gens de lettres), así como las novelas Cœur Tambour (2016) y Sister Deborah (2022). Además, su excepcional contribución a la literatura le ha valido el premio Simone de Beauvoir por la libertad de las mujeres en 2021 y es Chevalier des Arts et des Lettres.
Tras considerar todos estos logros, surge un gran interrogante: ¿por qué hemos tenido que esperar hasta 2024 para que, gracias a la editorial Minúscula, la podamos leer en castellano? Tal vez sea porque, tal como nos contaba el escritor y periodista Ryszard Kapuściński en Ébano, «África es un continente demasiado grande para describirlo. Es todo un océano, un planeta aparte, todo un cosmos heterogéneo y de una riqueza extraordinaria. Solo por una convención reduccionista, por comodidad, decimos ‘África’. En la realidad, salvo por el continente geográfico, África no existe.»
Pero África sí existe, Ruanda existe. Y en las colinas que rodean el liceo Nuestra Señora del Nilo los truenos anuncian la temporada de lluvias, del mismo modo que un ruido sordo y amenazante nos llega a través de las bromas adolescentes de las alumnas del internado. ¿De dónde proviene ese ruido?
La escuela que da título a la novela nace de los esfuerzos del gobierno para promover la educación femenina en Ruanda, pero dentro de unos límites: porque el liceo nace de una intrusión blanca en África y porque se espera que las chicas sean impulsoras del cambio, pero siguiendo unas reglas determinadas: «nosotras somos hijas de gente rica y poderosa, hijas de padres que sabrán hacer negocio con nosotras al precio más alto, y ahora vamos a sumar un diploma a nuestro valor.» En el liceo, la única lengua autorizada es el francés –el suajili está prohibido – y se les enseña que geografía e historia son claramente dos materias distintas: en el liceo, la historia es para Europa y la geografía, para África. «Para África no había historia, puesto que los africanos no sabían leer ni escribir antes de que los misioneros abrieran sus escuelas. Además, eran los europeos quienes habían descubierto África y la habían hecho entrar en la historia. Y si había habido reyes en Ruanda, más valía olvidarlos, hoy se vivía en una República.»
Ruanda fue colonizada por Bélgica, que inicialmente favoreció a la minoría tutsi del país, pero más tarde privilegió a la mayoría hutu, sembrando las semillas de la lucha étnica. La autora cuenta para la revista Le Grand Continent que «en Ruanda, donde se ubicaban con mayor o menor precisión las fuentes del Nilo, empezaron a acumularse leyendas: se suponía que las inaccesibles Montañas de la Luna estaban habitadas por seres fabulosos, recién salidos de tiempos heroicos.» Así, los belgas decidieron que los tutsis eran demasiado altos y elegantes para ser «verdaderamente africanos», y supusieron que debieron haber llegado por el río desde Egipto en alguna fecha no especificada en la historia. Posteriormente, a principios del siglo XX, los belgas importaron teorías raciales europeas, que incluían el envío de administradores para medir las narices de los ruandeses para «determinar» quién era tutsi (nariz larga) y quién hutu (nariz corta). Pero, más allá de estas diferencias, y como nos cuenta la autora, “hutus y tutsis viven uno al lado del otro. Nunca ha habido una región hutu y una región tutsi en Ruanda. Los ruandeses, sea cual sea su grupo, siempre han vivido juntos, e incluso después del genocidio (en el que vecinos mataron a vecinos) tuvieron que seguir conviviendo.”
En la novela, los odios antiguos no desaparecen y la trama de Nuestra Señora del Nilo avanza impulsada a través de desencuentros. A veces son divertidos, como cuando las chicas discuten sobre la mejor receta para plátanos o cuando los profesores las obligar a arrancar los pósters y las fotos los Beatles, Tina Turner, Miriam Makeba, Johnny Hallyday o Brigitte Bardot (mientras el padre Herménégilde desliza las de esta última en los bolsillos de su sotana). Pero ya desde el inicio y bajo la superficie, los lectores conocemos la división y el odio entre hutus y tutsis a través de las historias individuales de algunas chicas del liceo y de la relación entre ellas.
Así, las alumnas tutsis del liceo, Verónica y Virginia, que están sujetas a una cuota de admisión del diez por ciento, son las heroínas de las leyendas de los blancos por un lado y, por otro, deben aceptar su bajo estatus como «cucarachas, serpientes, animales dañinos». Son «nuestra cuota entre las verdaderas chicas ruandesas», afirma Gloriosa, hija de un importante del partido gobernante y líder de las estudiantes hutus en el liceo: «por cada veinte alumnas, dos tutsis, y por causa de ello tengo amigas, auténticas ruandesas del pueblo mayoritario, del pueblo de la azada, que no han encontrado plaza en secundaria. Como dice mi padre, un día habrá que librarse de esas cuotas, ¡son un invento de los belgas!» Y es precisamente Gloriosa, hábil en las formas de gobernar y manipular a los demás y uno de los personajes determinantes de la novela, quien propone destruir la nariz de la estatua de la Virgen María de la escuela porque sus rasgos blancos la hacen parecer tutsi para remplazarla con «la nariz del pueblo mayoritario»: «Nosotras vamos a destutsizar de entrada a la Virgen, voy a rectificarle la nariz, las hay que van a darse cuenta del aviso.»
Entre los personajes de la novela también destacan, junto a las alumnas y algunos profesores belgas y hippies franceses «melenudos» y unos pocos maestros locales, la madre superiora y la hermana tesorera, que representan la autoridad en el liceo junto al libidinoso padre Herménégilde: «¿Acaso tienes algo que temer conmigo? ¿Has olvidado que soy un sacerdote?», le dice el padre a una de las alumnas después de pedirle que se cambie de ropa frente a él: «Los ojos de un sacerdote ignoran la concupiscencia. Es como si no te vieran».
A medida que avanzan las páginas de la historia, el humor va quedando atrás y los acontecimientos avanzan hacia un desenlace que dejará a las alumnas convencidas de que «cada ser humano esconde dentro de sí una cosa horrible». En el drama que cierra el libro, escuchamos el estruendo de lo que Mukasonga en sus memorias, Cockroaches, llama «la maquinaria del genocidio». Sin desvelar el final de la novela, podemos decir que en las últimas páginas, la amenaza de «destutsificar las escuelas» se hace realidad y que se convierte en un presagio de la violencia que llevará al asesinato de más de medio millón de tutsis en tres meses. «Pero nuestro liceo, ya lo sabéis, está todavía lleno de parásitos, de impurezas, de inmundicias, que lo vuelven indigno de acoger a la auténtica Nuestra Señora del Nilo. Hace falta que nos pongamos sin tardanza a la tarea. Hace falta limpiar hasta el último rincón. Este es un trabajo que nadie debe rechazar.»
Llegamos al final de esta reseña, pero no podíamos acabarla sin comentar lo que Scholastique Mukasonga nos ha confirmado a menudo: que el «genocidio de vecinos» de 1994 fue la atrocidad que la convirtió en escritora. Sus libros son «las tumbas de papel que tenía el deber de erigir para mi propio pueblo y para todos aquellos cuyos huesos están enterrados en fosas comunes o esparcidos por el monte, desgarrados por los dientes de las hienas y los chacales.» La autora escribe porque siente que su deber como superviviente es sacar a los muertos del anonimato del genocidio y porque Uca umugani ntagira inabi ku mutima: «Quien cuenta cuentos no tiene odio en el corazón».
Comentarios sin respuestas