Desde la curiosa fotografía que nos regala la cubierta hasta su despedida y cierre, este libro de Jiménez Morato es apasionante, hermoso y crítico.
La cubierta elegida es un autocromo de Gimpel de un niño llamado Pépète que juega a la guerra montado en un avión hecho de materiales a los que la fantasía otorga verosimilitud, colgado de una farola: el avión alemán derribado que cuelga por ahí, al igual que el del infantil héroe, probablemente fue construido por el fotógrafo y así, entre otras imágenes, logró darle cuerpo a una idea realmente llamativa, esos ejércitos de niños que jugaban a la guerra en las calles del París de 1915, que Jiménez Morato asocia a las krewes de Nueva Orleans y explica que por el origen de la palabra (crew) podrían ser un grupo de trabajadores, de amigos incluso o —como el caso que nos ocupa— integrantes de las sociedades que desfilan por las calles en Carnaval.
Y esta es la forma, como también nos cuenta Jiménez Morato, de escribir este libro: unas asociaciones llevan a otras y se va conformando un cuerpo literario que quien relata deja crecer sin temor a la verdad —porque lo que cuenta es la verosimilitud— o la mentira —bienvenida sea la ficción—: NOLA es el acrónimo de Nueva Orleans, la ciudad del estado de Luisiana desde la que nos habla un narrador muy particular y crítico, áspero incluso y divertido por las reacciones que en algunos momentos nos cuenta tener: una mezcla de cascarrabias culto y bullanguero literario que no tolera a ciertos escritores y a quien le duele la mediocridad infinita que pulula por los despachos universitarios, virus que contagia al alumnado que pretende organizar sus currículos en torno a investigaciones, estudios, lecturas y charlas que iluminen oscuras lagunas de conocimiento y terminan siendo ahogados en las procelosas aguas del océano del copista: copiar referencias de artículos de profesores que pueden ser quienes revisen sus trabajos académicos con el fin de publicarlos en revistas indexadas para que a su vez, sirva de copia a estudiantes que vendrán y seguirán haciendo girar la eterna rueda de ese Maelstrom o Katrina universitarios.
Jiménez Morato habla de política, geografía, costumbres, lengua, literatura, amistad, historia de los EE.UU. y maneras de leer y transformar la historia escribiendo, si es que esto sirve para algo: nos cuenta la música y el baile, nos descubre los carnavales y los funerales de la ciudad de Nueva Orleans, donde los grupos en el Mardi Gras (el martes de Carnaval) son espectaculares y nos reitera la división racial que existe en el país al introducirnos en el pensamiento de las clases trabajadoras: pensar que solo los más pudientes tienen prejuicios, nos indica el autor, es equivocarnos al contemplar el mundo.
Por momentos, la crónica se torna en periodismo crítico cuando nos revela datos y aporta informaciones que contrastan con sus propias experiencias, avalando estas o descartando los tópicos que podemos tener en nuestras cabezas europeas: la crítica de AJM fulmina sin posibilidad de réplica en ocasiones, por lo que pensamos que la mayor parte de esos argumentos, el narrador los tiene asimilados y no contempla la opción de cambio o mejora en el tema en cuestión.
Nos cuenta cómo disfruta leyendo poesía venezolana, nos relata qué pasó con JFK y la historia de Dillinger o, de pronto, nos habla de lo sobrevalorada que está ‘La conjura de los necios’ del autor local John Kennedy Toole o de una historia de amor oída en un antro o su rutina de paseos en bicicleta por las distintas zonas de la ciudad.
Jiménez Morato —narrador— ha bebido mucho, ha comido bien y ha enseñado español en la universidad de NOLA. La gastronomía de la zona, el alcoholismo de algunos de sus habitantes y la lengua como manera de comunicarse, de tratar con el otro/la otra. Desde un punto de vista lector, aspiramos el aroma a orgullo que desprenden estas páginas, no egolatría, sino orgullo literario al hablarnos de la música y los creadores porque él mismo lo es, y además, nos revela que su libro está cerca de esos sincopados tonos jazzísticos que tanto gustan y que partieron de allí, de NOLA, como de allí partió la serie Tréme, que da cuenta de los resultados apocalípticos —algo revividos por el Ida en agosto de 2021— que dejó el Katrina en 2005, el abandono por parte de las diferentes administraciones de la ciudadanía y la reducción a la nada de espacios que esta disfrutaba como casas y negocios particulares, recintos públicos e instituciones de aprendizaje como colegios o institutos.
No hace concesiones a los tópicos, ya decíamos: por eso los zombis y Marie Laveau tienen el espacio justo en el libro, así como el de la música y sus primeras figuras es más extenso: la creación de lo que fuera un género nuevo o autores que vienen a corroborar o explicar con ejemplos sus palabras, desde Gombrowicz a Baroja, pasando por Cela o una crítica tremenda a Cercas (y en lo que se ha convertido), todo esto es un cocktail que remueve suavemente Antonio Jiménez Morato y al trasegarlo, nos quedamos con ganas de más, al acabar el libro queremos seguir leyéndolo pero allí, en NOLA, compartiendo un rato esas charlas que tenía con sus colegas de piso o de barrio, sufriendo la violencia contenida de un pueblo que adora a las armas y que no tiene mucha idea de lo que pasa fuera de sus fronteras (o de Israel, como añade el autor): un pueblo que tuvo una guerra civil que gano el bando que protegía los derechos de los negros y que fue en parte esclavista y que hoy en ciertas zonas del país mantiene una población racista, clasista y armada hasta los dientes: una tierra en la que no hay derecha ni izquierda, sino únicamente derecha o más derecha y a la que quien todo el mundo sabe desestabilizó hasta su marcha y lo peor, que puede volver, votado y elegido democráticamente, como otros de quienes no queremos acordarnos. Jiménez Morato advierte, avisa, duda sobre el futuro.
Una hermosura de recorrido por NOLA que nos llevará a querer recorrer otras sendas —musicales, gastronómicas, festivas, literarias, parisinas— pero no como turistas, de eso nada: como dice el autor, viviendo la ficción de ser locales, integrándonos y siendo parte del todo que nos rodea.
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