La ballena ciega, Abdelilah El Hamduchi y Miludi Hamduchi
Editorial Verbum, 122 páginas. 2015
Traducción de Alicia Alberdi Ibarguren
Si hay un género que se ha catapultado en el global del mercado literario después de décadas desdeñado y menospreciado por la intelectualidad literaria es el negro, el thriller, el criminal, policiaco o como queramos etiquetarlo. Tal ha sido el ascenso que en nuestros días no hay pueblo, municipio o ciudad con un mínimo de amor propio que no programe un festival o encuentro que gire en torno a la literatura noir. Por ellos pasean y discurren un sinfín de autores reconocidos y/o nuevas voces que con sus ventas sostienen gran parte del negocio. El género nos ha brindado escritores de primera línea y obras en múltiples lenguas y variados países que han engrandecido el arte de la escritura y de las que han bebido otras disciplinas artísticas ganándose un merecido lugar en el imaginario popular. Hay trampas, está claro, pero este no es el lugar para guillotinar a la gallina de los huevos de oro.
Los países árabes no son una excepción, aunque quizás la fiebre por el género no alcance las cuotas vistas en otras zonas geográficas. Probablemente tenga que ver con la censura, con el riesgo de exposición, para evitar ser señalado o señalar públicamente (véase el caso de la célebre Yasmina Khadra). Pero, de todas formas, no hay que tomarse en serio mis conjeturas, el que firma no es académico ni antropólogo con mosquitera.
Una vez más, en nuestro mercado literario, desconocemos a los autores de países árabes o con apellidos árabes que han construido su obra utilizando el género más social. De poco sirve que en Las mil y una noches encontremos pasajes nocturnos donde el califa Harun al Rashid encarga diferentes investigaciones para desvelar y dar con el autor de una serie de asesinatos o desapariciones. Quizás la fórmula de estos relatos no adopte a pies juntillas los mecanismos clásicos del género, pero sí que hallamos en ellos un interés por apaciguar ciertos miedos que afectaban a la sociedad y que con el descubrimiento de los culpables y la resolución del crimen se ven extirpados con lo cual la población puede regresar a la normalidad sin temor a sufrir daños.
Además, se da el caso de que los escasos autores traducidos no son precisamente con su obra criminal como ocurre con el autor marroquí Driss Chraibi, cuyo personaje el inspector Ali, quien protagoniza una serie de obras policiacas dentro y fuera de Marruecos, no ha despertado interés por parte de ninguna editorial de la casa. Por el contrario, con el fenómeno editorial Yasmina Khadra, pseudónimo de Mohamed Moulessehoul, comprobamos de nuevo que los autores que llegan a nuestro territorio pasan antes por otros países, en este caso Francia, donde es uno de los escritores en lengua francesa con mayores ventas. Entre este periplo por el desierto encontramos Diario de un fiscal rural, del egipcio Tawfiq al Hakim, una obra con profundidad literaria que es una suma de géneros y que nos conduce mediante las pesquisas de un fiscal por las vidas de personajes anónimos e invisibilizados que viven a la orilla del Nilo menos fotografiado. Otra pieza que podemos incluir es Mersault, caso revisado del autor argelino Kamel Daoud, una novela que confronta a Albert Camus y a su célebre El extranjero aportando una vuelta de tuerca a la perspectiva del Premio Nobel quien en sus piezas esquiva la presencia árabe en Argelia.
Centrándonos en Marruecos y con cierto temor por faltar a la verdad, la única novela traducida que podamos considerar propiamente dentro del género se trata de La Ballena ciega de Abdelilah El Hamduchi y Miludi Hamduchi. Quizá en otro artículo analicemos el por qué de la diferente escritura de un mismo apellido, solo quizá. Como avanzadilla destacar que en la novela La ballena ciega el nombre del protagonista se transcribe con K, Yakzán, en cambio en la sinopsis de la contracubierta con Q, Yaqzán. No es un error anecdótico, por desgracia sucede con demasiada frecuencia con los nombres árabes.
Miludi Hamduchi, conocido popularmente en Marruecos como Colombo, por ser considerado uno de los escasos policías incorruptibles de por aquel entonces, fue comisario del servicio regional de la policía judicial en Tánger, cargo del cual dimitió para incorporarse al mundo académico como uno de los primeros formadores en criminología. Autor de varias obras jurídicas, también se encuentra entre los pioneros de la novela policíaca en lengua árabe y indirectamente se ha erigido como faro y un espejo de personajes del género para diferentes escritores posteriores. Por su parte, Abdelilah ejerció de profesor de literatura antes de dar el salto a la publicación. Apoyados el uno en el otro, Miludi escribía sobre casos que le tocó vivir y Abdelilah aportaba sus conocimientos sobre los mecanismos de la ficción, escribieron a cuatro manos La ballena ciega, una novela que narra la investigación que cubre el asesinato de una joven en las afueras de Casablanca. Con la estructura, el estilo y el ritmo de las primeras obras de género norteamericanas, los autores nos conducen por las calles de la capital económica alternando, mediante breves capítulos, el trabajo de campo de la pareja de agentes encargada del caso con los conflictos propios de la cotidianidad de muchos hogares, en este caso del oficial Yaczán (permitidme que lo escriba con C). Si separamos los ingredientes que aderezan parte del menú de la novela (el asesinato, la corrupción urbanística, el tráfico de hachís, el blanqueo de capitales…) los temas que sobrevuelan en la novela son de carácter universal: el miedo a la muerte, el hombre machista que no percibe su propio machismo, la asimilación inherente del heteropatriarcado, la educación privilegiada que reciben los varones en detrimento de las chicas o la mirada al costado para obviar la miserable vida de los más desfavorecidos. Como es bien conocido, en toda novela negra existen sospechosos y/o culpables y no puedo disimular, sin destripar la trama, el gozo y la satisfacción al leer que estos, en La ballena ciega, son de ascendencia española, italiana, francesa… Hombres con corbata, directores de grandes empresas herederas del colonialismo que mueven toneladas de dinero negro de dentro afuera del país y que cada día tienen mesa reservada en los mejores restaurantes de la ciudad.
La novela fue adaptada con cierto éxito al cine y los dos autores continuaron sus carreras por separado. Miludi, Colombo, formando y inspirando a las nuevas generaciones y Abdelilah como columnista en el periódico francés Le Monde, escritor de género, guionista y dramaturgo traducido obviamente a idiomas que no son los oficiales en el Estado.
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