Esta reseña no nació como reseña. Ni siquiera, como falsa reseña. Nació como intento malogrado de entrevista. En Nórdica, la editorial que publica su obra en castellano, ya me advirtieron que Kjell Askildsen (Mandal, Noruega, 1929), a sus noventa años, no concedería más entrevistas.
Por algún motivo que no consigo dilucidar, no iba a hacer una excepción conmigo.
Sin cambios
El lector que se aventure a la lectura de la última entrega de relatos Askildsen, “El precio de la amistad”, se encontrará con cuentos escritos cuando Monsieur Kjell ya había sobrepasado la frontera de los setenta años.
El escritor noruego nos conduce a un territorio conocido por los admiradores de sus trabajos precedentes: el eterno retorno al malestar. El poso que deja este nuevo libro es la misma desolación fría. Silenciosa. De un mutismo estridente, del cual no conseguimos escapar.
“La tranquilidad ha desaparecido”, nos advierte el narrador de “La casa roja”. ¿Cuándo existió?, nos preguntamos nosotros. Al mirar por la grieta en la pared o el agujero de la cerradura, alguien nos clava una paja en el ojo, pero no por ello retiramos la mirada. La fijamos con más intensidad, si cabe.
Como el protagonista de “Gerhard P.”: “Había planeado de antemano cómo iba a dejarlo, y cuando al cabo de un rato se dio cuenta de que su plan no era viable, volvió a dejar todos los muebles donde estaban.”
Frente a la adicción al píxel actual, los personajes de Askildsen permanecen en su austeridad informativa. Gozan de un laconismo que bordea lo ascético. Se suceden los párrafos, los relatos, incluso, y la revelación no llega, más allá de ese reiterarnos que nunca fueron felices. Que casas, jardines, mares helados repletos de petróleo y de escarceos sexuales –más o menos saboreados o rememorados– no les libraron de su sino de propietarios disgustados.
El estado del bienestar escandinavo no les redime de un desamparo emocional que a sus lectores, muchas veces, se nos antoja autoimpuesto.
Prosa gélida para la canícula
El guión no cambia respecto a sus títulos anteriores, recopilados en otra pulcra edición de Nórdica, “No soy así”, que aprovecho para recomendar a aquellos que no la conozcan. Los cuentos parecen nacer de una mala sensación. De la mueca que nos tuerce el rostro ante un hedor imprevisto.
El influjo de Kafka y Camus se hace más evidente y desacomplejado, quizás. En “Willy Hassel” nos encontramos con otro de sus temas de relatos pasados, el trato con la autoridad policial. La sospecha, los silencios, el temor autoinducido. “El Proceso” de Kafka reflejado en el espejo retrovisor. Por otro lado, el primer párrafo de “Después del entierro” nos transporta al inicio de “L’étranger”.
Clases medias sin millenials
Los protagonistas de los relatos de Askildsen no degustan bagels de pastrami con aguacate. No saborean té matcha, ni café de especialidad. Fuman bastante y beben aguardiente, copas de vino o pintas de cerveza. Café de filtro, como mucho.
Su dieta parece igual de austera y dañina que sus silencios, carentes de empatía, pero no beben para olvidar alquileres impagados, ortodoncias infantiles pospuestas o despidos de trabajos precarios. Ingieren su dosis diaria como un eslabón más de la pirámide nutricional de su Bourgeois Angst, para mitigar una culpa que, como las propiedades, se traspasan a la siguiente generación.
Y la historia acaba cuando acaba. Sin previo aviso, ni justificación mediante. Si usted no entiende este extracto de la existencia de estos seres humanos, ¿hay algo que entender?, “Yo no las entendí, y esa es la razón por la que las recuerdo”, dice el protagonista de “Después del entierro”; si a usted le gustaría saber un poco más de los personajes, de los escenarios y de tantos porqués que quedan a la deducción del lector, siga leyendo. Descubrirá, sin asombro, que el siguiente relato, como el precedente, no fue escrito para complacer su curiosidad. Quizás acabe como la última frase de “El neceser”: “Tampoco vio nada”.
Por todo ello, y mucho más, que yo también le hurto, sufrido lector, Kjell Askildsen es un gran escritor. “El precio de la amistad”, como antes “No soy así”, es un magnífico libro.
Recomiendo.
El precio de la amistad
Kjell Askildsen
Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo
Nórdicalibros, 2020
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