“Fue en la época en la que vagaba pasando hambre por Christiania, esta extraña ciudad que nadie abandona hasta quedar marcado por ella…”
Hemos leído “Hambre”, de Knut Hamsun (Lom, 1859), en su adaptación al mundo del comic, por parte del talentoso Martin Ernsten, traducido por Cristina Gómez-Baggethun.
Ernsten (Estocolmo, 1982), afronta con solvencia el encargo de mirar a los ojos del clásico del Nobel noruego, lo que le hizo merecedor del prestigioso Premio Brage, en su edición 2019. El ilustrador sueco nos pinta una Christiania, antigua toponimia de Oslo, en una sucesión de blancos, grises y negros. Reserva la zona más alegre de su paleta para algunos de los delirios amorosos del protagonista, Knud Perdersen, aspirante a escritor, quien instalado en el éxtasis de la pobreza, hace todo lo posible para que su desgracia se perpetúe.
Nos encontramos ante un protagonista al que, a aquellos admiradores del joven John Fante de “Ask the dust”, les recordará poderosamente a Arturo Bandini, demostrando, una vez más, que la intensa influencia del controvertido Hamsun se extiende entre los escritores del SXX.
Se suceden las escenas, y se hace inevitable relacionar las quimeras amorosas y literarias de este flâneur hambriento con aquel Bandini, al que llegamos en nuestra primera juventud, via Bukowsky. Sus accesos de megalomanía, sus tendencias suicidas. Esa incapacidad para dejarse ayudar y ese delectarse en el error, que es aún más acusado en el original de Hamsun.
Ernsten capta, a la perfección, la autoinmolación del personaje, que jamás en todo el relato, busca soluciones reales a sus problemas. Ni siquiera el más acuciante que da título a la obra. El sufrimiento, el trance derivado del hambre, parece un propósito en sí mismo.
A través del análisis psicológico de Knud Perdersen, el ilustrador sueco consigue empaparnos del origen rural de Hamsun. De su incomodidad en la capital. De su diálogo con una divinidad, que se nos muestra todopoderosa; carente de la más mínima empatía ante sus anhelos.
Todo ese dolor contrasta con algún momento de dulzura, deliciosamente retratado por Ernsten: “Y, al pensar que el niño la encontraría, se me saltaron estúpidamente las lágrimas.”, dice tras dejar una galleta en la puerta de un chiquillo humillado.
Pero Ernsten /Hamsun están decididos a no soltar la mano del lector, y para que no nos perdamos, la siguiente escena que nos brindan, está compuesta por cuatro páginas de una Christiania gris, combinación de fría nocturnidad, nubes y el humo de las chimeneas.
Solo cuando nuestro protagonista parte en un barco ruso, la visión de la ciudad que abandona se vuelve luminosa. En unos blanco, gris y negro perennes, pero luminosa.
“Empapado de fiebre y agotamiento, me enderecé y me despedí por aquella vez de la ciudad…de Christiania, donde tanto brillaban las ventanas de todos los hogares”.
Martin Ernsten sale victorioso de su embate con el genio. Como en la excelente recreación del clásico de Kurt Vonnegut, “Matadero Cinco”, por parte de Albert Monteys y Ryan North, en Astiberri, su “Hambre” no pretende ser mejor que el “Hambre” de Hamsun, pero la hace tan suya que, nosotros, en justa reciprocidad, procedemos a recuperar nuestra vieja copia del original, para colocarla en la bolsa playera, junto con la última aportación de Nórdica, “Misterios”, a la divulgación de la obra del escritor noruego.
La escritura de esta reseña nos pilla enfrascados en la lectura del último hype anglosajón, “C…..”. Relato repleto de trauma, violencia, adicción e indignidad, que ya se ha convertido en serie de plataforma. “Hambre” continua su firme camino. Sin aspavientos, seguirá influyendo a generaciones de lectores y un buen puñado de futuros escritores.
Hambre
Traducción: Cristina Gómez-Baggethun
Publica Nórdica Libros
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