Editorial Salamandra. 637 páginas. 1ª edición de 2021.
Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino
En 2011 leí Libertad (2010) de Jonathan Franzen (Illinois, 1959), que fue un libro muy elogiado y popular por aquellos días y, como me gustó mucho, poco después leí Las correcciones (2001). Cuando en 2015, Franzen publicó Pureza, tras el gran éxito que fue cinco años antes Libertad, ya no tuvo tan buena acogida. Pensé en leerla, pero al final, tras algunos comentarios un tanto negativos o tibios de personas con las que me relaciono en las redes sociales, la dejé pasar. En 2021, Franzen ha vuelto con Encrucijadas y, al revés de lo que ocurrió con Pureza, en mis redes sociales empecé a leer más de un comentario entusiasta sobre el libro. Esto hizo que me apeteciera volver con Franzen y se lo solicité a la editorial Salamandra para poder leerlo y reseñarlo.
En Encrucijadas Franzen nos acercará a la familia Hildebrant, que viven en New Prospect, un suburbio de Chicago, y por lo tanto son habitantes de ese territorio mítico en la literatura norteamericana que es el Medio Oeste, un espacio que representa el corazón más conservador del país. También eran del Medio Oeste la familia Berglund, que protagonizaba Libertad, y la familia Lambert, protagonista de Las correcciones.
En las tres novelas que he leído de él, Franzen analiza a la sociedad norteamericana a través del desmenuzamiento de las motivaciones psicológicas de los miembros de una familia. Libertad estaba ambientada en la primera década del siglo XX, y desde ahí retrocedía hasta la generación de los padres de los protagonistas, y Las correcciones situaba su acción en los últimos años del siglo XX. Es decir, tanto Libertad, como Las correcciones partían del presente en el que fueron escritas y, desde ahí, conversaban con el pasado de los personajes y por añadidura con las circunstancias históricas que tuvieron que vivir ellos o sus padres. Sin embargo, Encrucijadas, publicada en 2021, sitúa su acción en las Navidades de 1971. Es decir, Franzen nos hablará, en esta ocasión, de la sociedad norteamericana de su infancia, ya que él nació en 1959.
La familia Hildebrant está formada por Russ, el padre, reverendo de cuarenta y siete años, que ostenta un puesto secundario en la iglesia Primera Reformada de New Prospect. Russ proviene de una comunidad menonita de Indiana muy conservadora.
Marion, de cincuenta años, es la madre, y proviene de California, de una familia que en algún momento fue próspera para acabar arruinándose durante la década de 1930. El contraste entre el pasado de estos personajes en Indiana y California puede explicar parte de las desavenencias actuales que sufren como pareja.
Clem es el hijo mayor. A sus diecinueve años está en el primer curso de la universidad, y la decisión que ha tomado de ir voluntario a la guerra de Vietnam y dejar la universidad es muy posible que vaya a alterar la convivencia familiar de las Navidades de 1971. Sobre todo, teniendo en cuenta que Russ, el padre, es un pacifista militante, que se negó a participar en la Segunda Guerra Mundial y fue desplazado a sus veinte años a un campamento para objetores en Nuevo México, donde pudo entrar en contacto con la comunidad navaja, que le fascina desde entonces.
Becky tiene dieciocho años y se encuentra en el último año de instituto en New Prospect. Es la más guapa y popular de todos los Hildebrant. Hasta ahora ha mantenido una relación muy estrecha con Clem.
Perry tiene dieciséis años y es el más inteligente de la familia, también está empezando a tener problemas con las drogas, con las que él mismo trafica entre sus amigos.
Judson tiene nueve años y es el hermano pequeño, que comparte habitación con Perry.
Al igual que ocurría en Libertad, Franzen hace en Encrucijadas uso del estilo indirecto libre para acercarse a sus personajes principales y, aunque el capítulo se extienda por más de cien páginas, siempre lo leeremos bajo la mirada del personaje seleccionado en este momento.
En las primeras doscientas páginas del libro, Franzen se acerca a los que van a ser los cinco personajes principales de la novela, aquellos a los que nos va a mostrar la realidad a través de sus ojos. Así en los cinco primeros capítulos conoceremos a Russ, Perry, Becky, Clem y Marion. Estos capítulos son casi novelas cortas en sí mismas. Diría que el personaje más intenso, más «ruso», posiblemente es Marion, la madre, que en su juventud sufrió brotes de locura, de los que en la actualidad considera que está curada. Franzen es un gran admirador de la obra de Lev Tolstói, y tanto en Las correcciones como en Libertad alguno de sus personajes leía Guerra y Paz, un detalle en el que no reincide en Encrucijadas.
Como esta terna de cinco capítulos ocupaban, más o menos, un tercio de la novela, y el sexto empezaba de nuevo con Russ, en un principio pensé que la terna se iba a repetir por dos veces más y que esta era la estructura de la novela. Pero este sexto capítulo es más corto que los anteriores, y no le sigue otro sobre Perry, sino que Franzen le cede el turno a Becky. Así tras este primer tercio de novela, con unos capítulos de una extensión, más o menos, similar entre los cinco personajes, se suceden capítulos mucho más cortos, donde los puntos de vista cambian de un modo más rápido. Y, de un modo de nuevo inesperado, ya en la recta final del libro Franzen nos presenta un capítulo de más de cien páginas en el que nos habla del pasado de Russ, el padre, en la reserva india de Nuevo México, en el momento en el que va a conocer a Marion, la madre.
Algo fascinante en el modo de construir una novela de Franzen, y que me gustaría destacar, es la sensación de control absoluto sobre su material que le transmite al lector. Desde la primera página, el lector percibe que el autor es plenamente consciente de qué ha ocurrido en cada momento de la vida de su primer personaje. Y lo que, por ejemplo, se insinúa en la página 20 será desarrollado en la página 150, desde el punto de vista de un personaje, y en la página 470 desde el punto de vista de otro.
Ya me llamó la atención que en Libertad, a través del estilo indirecto libre, Franzen se acercaba a los padres de la familia y al hijo varón, pero no a la hija, creando así una asimetría en el análisis de los Berglund. En Encrucijadas los miembros de la familia son seis y los protagonistas de la novela cinco. Franzen no se fija en la mirada sobre el mundo de Judson, el hijo más pequeño.
Durante el primer tercio comentado la acción narrativa abarca unos dos días, los previos a la Nochebuena de 1971 y, a través del recurso de la analepsis, se acerca al pasado de los personajes. En los primeros capítulos posteriores a esta primera parte el arco temporal tenderá a ir expandiéndose. Así de enero se saltará a marzo de un párrafo a otro, y posteriormente, ya acercándonos hacia el tramo final de la novela, los saltos temporales llegarán a ser incluso de años.
Encrucijada es el nombre de un grupo religioso juvenil organizado en la parroquia de Russ. Tres años antes de que empiece el tiempo narrativo de la novela, Russ sufrió una humillación como líder de este grupo, que le hizo dejarlo y enemistarse con Rick Ambrose, un párroco más joven y que sabe conectar más con la juventud, con su pelo largo, su lenguaje irreverente y sus aires de rockero. Entender los términos en los que se produjo este conflicto es uno de los puntos clave de la narración. Aunque, como en las novelas anteriores, lo contado por Franzen acaba siendo triste, ya que muestra las imposibilidades de conexión dentro de una familia, el tono empleado para contarlo es ligeramente irónico.
Además, los personajes se encuentran en «encrucijadas» vitales, a las que tendrán que enfrentarse: Russ se está empezando a interesar por una feligresa, y su mujer le parece cada vez menos atractiva; Perry quiere ser mejor persona y dejar de traficar con drogas; Clem quiere dejar la universidad e ir a la guerra, siguiendo sus ideas políticas; Becky se está enamorando de un músico que tiene novia, y no sabe si es correcto arrebatarle a otra chica el novio, etc. En Libertad la idea era parecida, los personajes tenían «libertad» para tomar decisiones y equivocarse o no. En Las correcciones, los personajes trataban de corregir errores del pasado o de sus padres… Los personajes de Franzen están a la deriva y nunca saben si eligen de un modo correcto.
El estilo de Encrucijadas se parece más al de Libertad que al de Las correcciones, donde Franzen coqueteaba con el expresionismo, al estilo de las novelas de Don Delillo. Sin embargo, hay un tema que no aparecía en Libertad y que relaciona Encrucijadas con Las correcciones: el interés de Franzen por la locura. En Las correcciones de hablaba de la demencia senil del padre y esto se unirá a la pérdida de la cordura en Encrucijadas de Marion o de Perry.
El tema religioso también es relevante en Encrucijadas. Casi todos sus personajes buscan la presencia de Dios en sus vidas, como un clavo al que agarrarse cuando todo lo demás parece tambalearse. Y los personajes, aun cuando se sienten cercanos a Dios, han de luchar contra la vanidad que les provoca ese sentimiento. Ya he dicho que la novela sitúa su acción en 1971 y 1972, en un periodo de cambios sociales en Estados Unidos, junto con el fin de la guerra de Vietnam, el país vive el auge del consumo de drogas, además de la marihuana de los hippies, también está apareciendo en escena otra nueva, como es la cocaína. De un modo irónico, Franzen insinúa en el libro que el supuesto contacto con Dios que alcanza alguno de los personas tiene más que ver con el consumo de drogas que con una revelación divina.
Como los grandes escritores de la novela del siglo XIX, Franzen es un gran narrador omnisciente que sabe más de las motivaciones de sus personajes que ellos mismo. Es muy interesante el contraste que existe en la mirada de unos sobre otros.
Las páginas de Encrucijadas se pasan muy rápido, algo que ya me ocurrió hace diez años con Libertad y Las correcciones. Uno se olvida de que está leyendo con Franzen y visualiza a los personajes y sus miedos internos. Estoy sintiendo curiosidad por Pureza. ¿Realmente bajó en esta novela el nivel de Franzen? No sé si fue así, pero desde luego en Encrucijadas Franzen está en todo su esplendor. Creo que va a ser difícil que esta novela no esté en la lista de mis diez mejores lecturas del año.
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