Editorial Impedimenta. 234 páginas. 1ª edición de 1906, ésta es de 2008.
Traducción de José Pazó Espinosa y prólogo de Andrés Ibáñez
El mismo día que saqué de la biblioteca Soy un gato (1905) de Natsume Soseki (Tokio, 1867 – 1916), pedí también en préstamo Botchan (1906), que sería la segunda novela de Soseki, la que escribió después de Soy un gato.
Ya comenté que en Soy un gato, en gran medida, a través de los particulares ojos de un narrador felino, Soseki jugaba a burlarse de sí mismo, materializado en la figura del profesor de inglés sobre el que el gato lanza sus dardos. El sustrato narrativo de Botchan también se asienta sobre la experiencia personal del autor. A sus veintitrés años, Botchan, el protagonista, acaba la carrera de Ciencias Físicas (como uno de los personajes más jóvenes de Soy un gato) y consigue un primer trabajo fuera de Tokio, en provincias. Tendrá que viajar hasta la isla de Shikoku, y dar clases de matemáticas en un colegio de su capital, Matsuyama. El nombre de esta ciudad nunca aparece en la novela, pero en una nota inicial del traductor, José Pazó Espinosa, podemos leer: «Soseki pasó un año enseñando en el instituto de Matsuyama, en Shikoku, la ciudad que no es nombrada a lo largo de la obra, pero en la que transcurre la historia. Parece, sin embargo, que la vida de Soseki en Matsuyama (donde conoció a su mujer) fue apacible y feliz, muy diferente a lo que refleja Botchan.» (pág. 22)
Como dato curioso puedo añadir que Shikoku, la cuarta isla en tamaño de Japón, en la región en la que va a nacer en 1935 otro de los grandes autores del país, Kenzaburo Oé, premio Nobel en 1994. Además, Oé dejó su pueblo natal para ir al instituto en Matsuyama. Me ha agradado pensar (sin pruebas) que Oé estudió en el mismo instituto en el que Soseki había dado clases unas décadas antes.
Las primeras páginas de Botchan me han recordado a los comienzos de algunas novelas inglesas del siglo XIX. Me han hecho pensar en el comienzo de David Copperfield de Charles Dickens, por ejemplo. Aunque Botchan va a ser, en gran medida, una novela cómica sobre un profesor novato, empieza narrando la desventurada infancia del protagonista. «Mi padre no me quería. Y mi madre siempre prefirió a mi hermano mayor.» (pág. 30). La novela empieza con la siguiente frase: «Desde niño, he tenido una impulsividad innata que me viene de familia y que no ha hecho más que crearme problemas.» Se insistirá bastante en esta idea de «la impulsividad» a lo largo de la novela; de hecho, por ella será por la que principalmente Botchan acabe entrando en conflicto con los otros personajes de libros. Cuando es un niño, muere su madre, y seis años después, ya de adolescente, morirá su padre. Su hermano mayor venderá las propiedades y le entregará a Botchan un dinero para que inicie un negocio o estudio y se desentiende de él. La única figura agradable para Botchan en su infancia es Kiyo, una sirvienta mayor, descendiente de una familia noble venida a menos. Kiyo sentirá un amor incondicional hacia Botchan, al que su familia culpa de las desgracias de la casa, por los disgustos que su comportamiento irreflexivo causa a sus padres.
«Botchan» es un apelativo cariñoso que Kiyo dedica al protagonista. En una nota del traductor se apunta: «Botchan es una forma afectuosa y respetuosa de dirigirse a cualquier niño varón o de referirse a él ante otros miembros de su familia. Está formado por Bo (niño, aunque también monje budista) y chan (sufijo que denota cariño y respeto). Tiene un segundo sentido de niño mimado o inmaduro. Recoge, entre otros, los sentidos de chiquillo, señorito, niño y querido, pero todos son interpretaciones parciales.» (pág. 43)
El capítulo dos empieza con el viaje en barco de Botchan a la isla de Shikoku. «A primera vista, el lugar tenía la pinta de una aldea de pescadores del tamaño del barrio de Omori en Tokio. Me sentí estafado, en cierto modo.» (pág. 45)
En el instituto ‒su primer trabajo‒ Botchan se va a sentir intimidado por los estudiantes. «Algunos de ellos era más altos que yo, y al menos a primera vista parecían más fuertes.» (pág. 49) o «Los estudiantes eran muy ruidosos. Por alguna razón, se dirigían a mí en voz muy alta, casi gritando.» (pág. 61)
La novela está ambientada sobre 1904 y 1905, ya que una de las escenas claves va a tener lugar durante el desfile de la victoria en la ciudad de la guerra ruso-japonesa, que tuvo lugar en 1905.
La obra más famosa de Soseki es Kokoro, que la tengo en casa pendiente de leer, y pertenece al periodo de plena madurez literaria del autor. El traductor Pazó Espinosa comenta en su prólogo que algunos críticos han considerado a Botchan como una obra menor del autor, «una farsa humorística, lógica continuación de su primera novela.» (pág. 20), pero que siempre ha sido una de las más vendidas de Japón, todo un clásico en su país, y apreciada sobre todo por la gente joven. Botchan ha sido un libro comparado en ocasiones con El guardián entre el centeno de J. D. Salinger. Aunque la obra de Salinger habla de un adolescente y Botchan es un hombre joven, de veintitrés años, que está empezando a trabajar, a los dos personajes les une su cuestionamiento del cinismo que rige las relaciones sociales. Esta mirada juvenil de Botchan sobre el mundo queda plasmada en párrafos como este: «Hasta ese momento, siempre había creído que aquella era la manera correcta de actuar: básicamente se trataba de cumplir con mi deber. Pero si se piensa un poco, se descubre que la mayoría de la gente, de una forma u otra, quiere que te tuerzas, que no cumplas con tu obligación. Es como si pensasen que si no lo haces no tendrás éxito en la vida. Y cuando de repente se topan con alguien bueno e inocente, deciden tratarlo como a un niño mimado, y se dedican a despreciarlo y meterse con él.» (pág. 109)
Botchan va a tener problemas con la alumnos de su instituto, aunque es cierto que casi nunca se describe casi nada de lo que ocurre dentro del aula, donde el narrador se limita a describirnos unas pocas escenas en las que los estudiantes se dirigen a él con alguna muletilla que considera desconsiderada (¿verdad que sí?), y a los que habla con acento barriobajero de Tokio, y consigue con esto que no le entiendan bien. Pero lo más grave ocurrirá para Botchan fuera del centro: se dará cuenta que cuando entre en algún local de la ciudad para comer, platos como tempura o bolas de dango (bolas de arroz con harina), los estudiantes parecen seguirle y esas elecciones culinarias provocarán sus burlas al día siguiente, con mensajes escritos con tiza en la pizarra de sus clases. Además, habrá compañeros del claustro de profesores, que parecerán dar la razón a los estudiantes y entender esta costumbre de Botchan de comer fuera de casa como algo indecoroso. Estas recriminaciones acabarán llegando de profesores en los que Botchan descubrirá realmente conductas que sí que considera indecorosas, y no inocentes, como la suya, que consistirán en frecuentar la compañía de geishas aunque estén prometidos. Botchan está descubriendo todos los problemas de vivir en una ciudad pequeña de provincias, en la que cualquier pequeño movimiento personal es conocido de forma casi inmediata por todos. En este contexto, cada vez echará más de menos a Kiyo, la antigua criada de su casa, que es toda una figura maternal para él, y con la que se sigue carteando.
En realidad, Botchan, más que tratar sobre los conflictos de un profesor novato con sus estudiantes, nos habla de los conflictos de un trabajador joven con sus compañeros más experimentados. A Botchan le costará un tiempo averiguar de quién debe fiarse y de quién no.
Aunque se supone que existe en Botchan una intención cómica, no me ha resultado un libro particularmente gracioso. Las posibles meteduras de pata de Botchan, causadas por su impulsividad y su inmadurez, me han provocado más angustia que sonrisas. Con esto no quiero decir que no me haya gustado la novela. Realmente sí me ha gustado. Yo, como profesor, me he sentido identificado con algunos de los problemas de Botchan, y los comportamientos de sus estudiantes me han parecido similares a algunos de los de mis estudiantes del otro lado del mundo y más de un siglo posteriores. Desde luego, Botchan me ha gustado mucho más que Soy un gato, ya que Botchan es una novela con mucho más sentido del ritmo, y cuyas escenas tienen mucho más sentido para la trama que el que tenía algunas de las alargadas escenas de Soy un gato. Tengo ganas de ponerme con las obras de madurez de Soseki.
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