La noticia de hoy es que ha salido el nuevo libro de Alessandro Baricco, ABEL: es un western metafísico.
No ha sido una sorpresa para mí, lo tenía apuntado en la agenda desde hace meses, pero tanto material en los medios italianos sí que me ha sorprendido, casi nunca lo había visto antes. Además, todo muy novedoso: no solamente los anuncios editoriales de siempre y las menciones casi obligatorias en la prensa, muchísimo más. Vídeo, lecturas de párrafos, lecturas conjuntas (me he apuntado a un grupo que en pocos días ha llegado a superar las 300 personas para la lectura conjunta de ABEL), entrevistas al autor, reels de Instagram, post en X, reseñas en las revistas literarias con QR-codes y enlaces de todo tipo.
Por lo visto hay gente que vive en Suecia (italianos quiero decir), que lo han comprado en pre-order y poco después de la medianoche de ayer, a los pocos minutos del día de la publicación, se lo han visto entregar en su casa, en Estocolmo; otro italiano en Escocia, en Glasgow, contaba lo mismo (Amazon no deja de sorprenderme por mucho que se critique) y minutos después ya lo estaban compartiendo en el grupo de los trescientos de lectura conjunta.
A medianoche y media otro decía que ya se había leído las primeras 10 páginas: de pies, sin darse cuenta, en pijama, justo después de abrir el paquete de Amazon. Ahora que lo pienso creo que era el mismo Italo-sueco que había abierto la puerta sin pestañear al oír UN PAQUETE PARA USTED (en sueco, obvio) poco después de la medianoche y que, cuando repentinamente se había dado cuenta de haber leído ya las 10 páginas habían cerrado el libro y se había precipitado a comentar en el grupo de lectura conjunta. Decía que no había entendido nada, que era más denso de lo habitual, que iba a ser difícil de entender, pero también que aquello era música, que estaba tan contento y que ya no quería seguir leyendo.
—Las 138 páginas totales quiero que me duren por lo menos dos días –comentaba en italiano– porque normalmente es eso lo que tardo en leerlas. Pero en este caso podría acabarlo en dos horas y no es lo que quiero. Antes quiero leer vuestros comentarios, los buenos y los menos buenos y, en medio de comparaciones innecesarias, apreciaciones gratuitas o críticas injustificadas, apuntarme algunas buenas reflexiones (pocas, siempre) que destaca entre la multitud precisamente porque son pocas (y buenas, añado yo) entre las muchas (y malas), o alguna cita (de pocas palabras, normalmente), de los pocos que saben poner la lupa justo allí donde hace falta agrandar, no mucho, solo un poco. Y, sin haber leído nada todavía es cuando te dices a ti mismo que prestarás mucha atención cuando las verás aparecer, las marcaras con boli (como hago yo) o con lápiz y con una raya lateral para agilizar las búsquedas futuras. Y el placer será más grande porque podrás entenderlo todo y porque ya te gustaba sin haber entendido casi nada. Así es como lo haré —concluía el ítalo-Sueco— siempre que consiga resistir a la tentación de no acostarme y quemarlo, ahora, en dos horas.
Un smile, un Ok amarillo, unos fuegos artificiales y un corazón cerraban el mensaje.
Lo siguiente ha sido esta mañana, al despertarme, leer las noticias y notar toda la abundancia de marketing, toparme con la lectura del primer párrafo, con los videos y averiguar lo bien que lo habían contado, horas antes, por la noche, unos cuantos de los trescientos del grupo de lectura conjunta. Yo no sería capaz de añadir nada más. Finalmente lo siguiente sería el desayuno, pero el día ya había empezado bien por su cuenta y no presté mucha atención al pan que se tostaba, a la espuma de la leche y al gorgoteo de la cafetera como hago otros días.
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