Eso no se dice.
No se dice el suicidio.
Menos el de los mártires, que hay que decirlo siempre,
cantando y terminado en hosanna.
No se dice el dolor
si no es de otro. Y si lo mata,
bajito, que no lo oiga el fantasma.
No se dice el hambre.
Solo ante el plato y junto al gracias
o conjugado en pasado tras la amnesia.
No se dice el nombre de los hijos nonatos.
Ni el de los poemas inconclusos.
Por lo mismo.
No se dice el precio de lo que no está en venta.
Pero está todo en la tienda
y lo pesa la balanza
y no pesa lo que cuesta.
No se dice el amor en presente a menos que sea mentira.
No se dice mentira del que grita más que uno.
Solo se dice del que calla.
Y la lengua va muriendo en las elipsis.
Como un caramelo sin permiso
en el bolsillo de una bata de colegio.
Fantástica, como siempre. Le soy muy fan.