La escritora argentina recibía a principios de septiembre el Premio Iberoamericano de las Letras José Donoso 2024, un galardón otorgado por la Universidad de Talca de Chile a los y las autoras más importantes de habla hispana y portuguesa. Para celebrarlo, ahondamos en los principales motivos de su última obra publicada este mismo año Un lugar soleado para gente sombría.
Mariana Enríquez, Un lugar soleado para gente sombría
Anagrama, 2024
232 páginas, 18,90 euros

La Cama Inglesa, por Guillermo Lorca
Empecé a leer a Mariana hace relativamente poco, tengo que confesar. Bendita alma la que posó sobre mis manos uno de sus libros porque, desde ese instante, anidó en mí deseo de leer todo de ella: novelas, ensayos, artículos, colecciones de cuentos y hasta la lista de la compra si es posible.
Consagrada como la maestra del terror, Mariana Enríquez (1973, Buenos Aires) tiene el don de fascinar y poner los pelos de punta a partes iguales con sus libros, independientemente del formato que elija; bien por sus descripciones escabrosas y personajes paranoicos, bien por sus profundas reflexiones sobre las relaciones sociales y el mundo que nos rodea, la escritura de Enríquez sabe reflejar como nadie esa sórdida y tierna experiencia que es la vida humana.
Su último libro Un lugar soleado para gente sombría, publicado por Anagrama este mismo año es una maldita obra de arte (nunca mejor dicho) y no lo digo porque aparezca en la portada el inquietante cuadro de Guillermo Lorca La Cama Inglesa, cuyas pinturas son famosas por su temática surrealista y violenta, sino porque en poco más de doscientas páginas, la escritora argentina nos transporta a un mundo de inseguridades, maldiciones y terrores que no nos dejarán indiferentes.
Desde su primera novela Bajar es lo peor (1995), la autora juega con maestría con elementos clásicos de terror como fantasmas, maldiciones y posesiones para describir nuestros miedos más profundos y, sobre todo, más humanos: el miedo al olvido, a la vejez, al paso del tiempo. El miedo a que el cuerpo cambie, a que enferme y se marchite. El miedo a que le pase a nuestros seres queridos. El miedo de que nos pase a nosotros de un día para otro. Los doce nuevos relatos que componen esta antología exponen en mayor o medida alguno de estos miedos siguiendo la dinámica de la autora de usar el terror a partir de las situaciones más cotidianas: la solitaria vida de una mujer que habla con los fantasma de su barrio, la compra de unos vestidos de segunda mano que guardan un terrible secreto, la visita forzada de unos parientes yanquis tremendamente insoportables o las vacaciones de una pareja en su pueblo natal son solo algunas de las premisas generales que sustentan una narración cargada de símbolos.
Enríquez utiliza elementos como las maldiciones y los fantasmas para evocar el doloroso pasado de sus protagonistas, sus traumas y sus oscuras obsesiones y paranoias. Un pasado que en muchas ocasiones nos habla del miedo a la soledad, a la enfermedad y al rechazo que surge hacia lo que se considera feo y atroz.
Otro de los motivos centrales de esta nueva obra es el cuerpo femenino, el cambio del cuerpo que enferma, que muta y se degrada. Cuentos como Los pájaros de la noche, La desgracia en la cara o Metamorfosis están construidos alrededor de esta idea de la belleza como algo lúgubre, oscuro e incluso pútrido. Allí donde anida la muerte, también florece la vida. Es una idea que se me viene a la cabeza cada vez que leo a Enríquez y sus relatos. En muchos de ellos, la autora narra la historia de cuerpos que arrastran enfermedades, cicatrices y modificaciones que acosan a sus protagonistas: Millie y la relación con su hermana acechada por la podredumbre, la degradación física de Alex a causa del pasado traumático de su madre o la lucha contra el cuerpo intervenido son ejemplos que utilizan este elemento para resaltar una visión del cuerpo alejada de los estándares de la belleza clásica. En una entrevista reciente, la escritora declara: “El empoderamiento del cuerpo existe, pero tiene un límite. Para mí, el empoderamiento tiene que ver con el placer. El placer puede ser desde el placer sexual o el placer de poder estar cómodo con tu cuerpo y aceptarlo, que es mucho más difícil que el placer sexual. Es muy loco eso, porque buen sexo tiene cualquiera, pero ponerse un pantalón y estar contento con cómo te queda no lo hace cualquiera” (Enríquez en El Salto 2024).
El estilo de Enríquez fluctúa entre los barrios de la cotidianidad lúgubre y marginal de diversos parajes y barrios latinoamericanos, donde acechan criaturas terroríficas que no son más que los reflejos de las miserias humanas. Todos los relatos de esta antología hunden las raíces en la cruda realidad y describen situaciones comunes, con las que nos identificamos perfectamente, en mayor o menor medida. A través de ellos, Enríquez nos habla de la enfermedad mental, las inseguridades, la degradación sociopolítica —pero también ética—de la sociedad, de sus barrios y de su gente. Y lo hace desde una narración sencilla, concisa y muy representativa de la vida real. Por eso asusta. Porque nos vemos reflejados en esos miedos, en esas enfermedades, en esas conversaciones.
Un lugar soleado para gente sombría va de terror, pero también de humanidad. Va de miedos y enfermedades, pero también de ternura y belleza. Habla de la muerte, pero se mueve siempre a través del cambio, de la constante transformación de las cosas vivas, convirtiéndose en una lectura terroríficamente agradable para reflexionar.
Referencias
Rubio, Irene y Elorduy, Pablo. 2024. “Mariana Enríquez: ‘La disolución de los lazos sociales que se plantea en las distopías ya existe’”. Entrevista en El Salto. https://www.elsaltodiario.com/literatura/entrevista-mariana-enriquez-distopia-disolucion-lazos-sociales
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