Barbarie editora es una joven editorial fundada por Sonia López Baena. Tal y como se puede leer en su página web:
Nos llamamos Barbarie, por un lado, para dejar en evidencia el rechazo con el que hemos nombrado al otro, al bárbaro o ‘al que apenas balbucea nuestro idioma’. Y, por otro, para centrarnos en la identidad del subalterno, del de afuera y que incomoda.
En marzo de 2022 publicaron su primer título: 259 saltos, uno inmortal, de la escritora argentina Alicia Kozameh, que inauguraba la colección «Enjundia», dedicada al rescate de escritoras descatalogadas, desconocidas o invisibilizadas.
Ahora inician la colección «Contingencia», cuyo objetivo es dar a conocer valiosas voces contemporáneas, con Panaderos, del escritor chileno Nicolás Meneses.
Nicolas Meneses (Buin-Chile, 1992) ha publicado los libros de poesía Camarote (Ediciones Balmaceda Arte Joven, 2015) y Manejo integral de residuos (Ediciones Overol, 2019), las novelas Panaderos (Hueders, 2018 y Barbarie editora, 2022) y Throguel Online (Emecé, 2020) y el libro de crónicas Jugar a la guerra (Editorial Aparte, 2021).
Al hablar sobre la novela que nos ocupa, la editora dice:
En esta casa tenemos una conexión muy especial desde hace años con la literatura del Cono Sur, especialmente con la chilena. Hice varios años del doctorado en literatura chilena post golpe de Estado de Pinochet, he estudiado, trabajado e investigado en el país y por supuesto sigo el movimiento de editoriales y autores tan efervescente que se está dando desde hace unos años para acá. Entre mis lecturas, di con Panaderos, una isla entre todo el mar literario porque trata un tema muy poco habitual entre nuestra generación (soy millennial) y siguientes: los empleos más físicos y manuales.
Muchos de nosotros tenemos la fortuna de tener trabajos «de oficina», en los que no ponemos en riesgo nuestra vida ni nuestros cuerpos (al menos, no de una forma tan radical). Pero existe una parte importante de la sociedad que trabaja en contacto con maquinaria pesada o que (ex)ponen sus cuerpos directamente al servicio de ese empleo o esa empresa, sus cuerpos son instrumento que se cede y está ante un riesgo de heridas y daños. Panaderos, además de hacer una radiografía de la precariedad laboral que sufre el grupo de trabajadores protagonista y cómo lo sobrelleva con dignidad, aunque también con cierta renuncia o asunción, pone en el centro el cuerpo de todos ellos y la constante alerta y paranoia del protagonista por que alguien pueda sufrir un accidente. Parafraseando al autor, el trabajo destruye vida de manera literal.
Esta es una constante en la obra de Nicolás Meneses y su decisión de escucharse y centrarse en los temas que conoce y le preocupan impregna de honestidad y verdad su literatura.
A la luz de estas palabras, hay que decir que Meneses consigue crear una voz verosímil desde la primera página. La voz de William Fuentes, ese cabro perdido, que, después de que su padre pierda la mano en un accidente laboral en la panadería donde trabaja, empieza él mismo a trabajar como panadero para pagarle los estudios a su hermana.
Ya sea a través del vocabulario utilizado, de la constante obsesión de William por la seguridad o de la detallada descripción del proceso de elaboración del pan (y, sobre todo, de los peligros que conlleva) esa voz en primera persona es capaz de sostener toda la novela.
El peligro, la tensión, están presentes en cada página. ¿Perderá la mano igual que su padre? ¿Tendrá un accidente? Gracias a la verosimilitud de la voz, podemos sufrir por William.
Otro aspecto interesante es la ausencia de trama, no hay una historia como tal. Porque, tal vez, plantear una historia sea simplemente romantizar la precariedad de estas personas, de estos cabros que tratan de aguantar utilizando el humor y la amistad. Meneses se limita a mostrar el peligro, las dificultades y los problemas. Y, entonces, la novela llega a su fin.
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