INFORMES DE LECTURA: LA FAMILIA, de SARA MESA
Sara Mesa (Madrid, 1976) se ha convertido en una de las novelistas más exitosas de la literatura en castellano. Dueña de una voz personalísima que conjuga lo costumbrista con lo incómodo, sus obras se empeñan en mostrar la aparente realidad y sus alargadas sombras. Sus últimos libros Cicatriz, Cara de pan y Un amor, todos publicados por Anagrama, han conseguido calar entre los lectores. Así, leer y comentar sus libros tiene algo de debate en la plaza pública, algo no tan habitual en los tiempos que corren.
El último libro de Sara Mesa, La familia, es una novela correcta. La prosa -como en toda su obra anterior- está siempre al servicio de la historia y de los personajes: contenida, útil, efectiva. Aunque me surge una pregunta mientras escribo: ¿la prosa, la novela, es eficiente o rutinaria? Porque también detecto algo de cansancio en La familia, ¿tal vez la fórmula se esté acabando?
Es indudable que la novela genera momentos llenos de tensión y de incomodidad, aunque en ocasiones dé la impresión de que esa tensión aparece solo porque Mesa obliga a los personajes a actuar de manera forzada, como si les dijera, igual que el Padre de la familia de la novela: “Tienes que hacer esto y punto”. De modo que hay veces en las que esa tensión funciona muy bien y otras en las que se nota algo falso, artificioso.
Es La familia una novela con alma de libro de cuentos, por cuanto en ella se narran diversas situaciones de todos los miembros de la familia, de manera no cronológica, desordenada, libre y con abundante uso de lo elíptico. Situaciones que no se acaban de resolver satisfactoriamente, que no se aprovechan, que no se exprimen del todo, porque, igual que los cuentos, se espera que su fuerza se extienda más allá de ellas y sea el lector el que pueda entender algo profundo sobre los miembros de esa familia. Saque sus propias conclusiones.
Y llegamos a lo que, para mí, es otro de los inconvenientes del libro. En él Mesa crea diversas situaciones interesantes, llenas de tensión y fuerza, y de pronto toma la decisión estética de cortar, decide dejar de contar para que sea quien lee el que componga lo que falta. Una estrategia muchas veces utilizada, por supuesto, pero que, en este caso, diría que no acaba de generar el efecto deseado. Uno se queda con la sensación de que en realidad apenas se ha rascado en la superficie, de que lo profundo en realidad no lo es. Es decir, de nuevo La familia se parece mucho a ese personaje rígido que es el Padre. Atisbamos los sufrimientos de estos personajes por un instante: Damián, Rosa, Martina, Aqui, Padre y Madre; pero una vez que tienen su capítulo, casi se desvanecen, dejan de importarnos. Nos quedamos con ganas de más, de profundizar de verdad en ellos, de que en lugar de ocultarse la información, en lugar de jugar con los secretos, se abran, se profundice en ellos, se muestren. Pero tal vez sea esto pedirle algo al libro y a la autora que tal vez nunca quisieron darnos. Un hecho que tiene que ver con las expectativas que se generan cuando el lector abre el libro y empieza a leer.
¿Es culpa de La familia que yo quiera que me dé otra cosa de la que me da? ¿O es que mis expectativas son erróneas? ¿Es justo pedirle a un libro que nos dé aquello que no quiere o no puede darnos?
Me estoy yendo por las ramas, cosa que Mesa nunca haría. Es hora de que vaya respondiendo la pregunta inicial, ¿es La familia una novela eficiente o rutinaria? Pues diría que ambas cosas al mismo tiempo: es eficiente porque retrata bien algunos aspectos de esta familia un tanto desquiciada, pero lo hace también desde un movimiento que se parece mucho a la rutina de todos los días, peligrosamente cerca del cansancio.
Valor Literario: 5/10
Valor Comercial: 5/10
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